Estábamos en el primer año del gobierno del “Sí se Puede”, Belisario Betancur Cuartas había sucedido al gobierno represivo y reaccionario de Julio César Turbay Ayala, con su estatuto de seguridad y corrupción, la llamada tenaza “turboalvarista” hizo estragos en la militancia de izquierda y grupos alternativos que pretendían organizar la resistencia y movilización popular para hacer la exigibilidad de los derechos; masivas y arbitrarias detenciones, asesinatos de líderes populares, restricciones a las libertades públicas, democráticas e institucionalización de la tortura, las llamadas caballerizas de Usaquén y otros cuarteles militares se convirtieron en centros de violación a los derechos humanos. Muchos intelectuales, profesores, artistas tuvieron que salir del país y otros fueron víctimas de la represión y ofensiva sanguinaria del régimen turbayista, entre ellos Orlando Fals Borda, aún recuerdo conmovida a María Cristina Salazar, su esposa, cuando me contó que a ella la tenían cerca donde torturaban a Orlando y con desespero oía sus gritos y angustias.
Esta realidad nacional, coincidía con un proceso de fracturamiento de gran parte de las organizaciones de izquierda en Colombia, de tal manera que a diferencia del Partido Comunista, que mantenía su relativa unidad, un amplio espectro de organizaciones de corte Marxista-Leninista sufrían una profunda crisis, erigiéndose como alternativas pequeños movimientos de tipo territorial o regional que buscaban participar en la política por fuera de los partidos tradicionales. El pequeño grupo de amigos que recibió a Ricardo, andábamos en esa búsqueda, por lo tanto, una figura como él, era apropiado para refrescar ideas, compartir experiencias y escuchar otra visión de la realidad.
La llamada de Rafael Marrugo Montes, mi compadre, amigo y compañero de muchos sueños, anunciando que había convencido a Ricardo Lara Parada para que pasara la semana Santa con nosotros, la asumimos como una oportunidad y un gran salto para estructurar nuestro grupo. Recién se cumplieron 38 años de su asesinato y más de cuarenta (40) de haber compartido con nosotros la más feliz, creativa y de grandes aprendizajes semana mayor vivida hasta la fecha. Por ello, cuando leí las publicaciones de su hija Mónica en relación con la conmemoración del 38 aniversario de su asesinato, hice un gran esfuerzo para “reconstruir el espejo roto de la memoria”, como diría Gabo, “despejar la bruma del tiempo de la memoria”, al decir de Guillermo Marrugo cuando le hablé de esta intención o “dispersar la niebla del olvido de la memoria”, como dijera Mario Benedetti, para presentar este escrito.
Ricardo Lara Parada, el que yo conocí, era una persona demasiado afectuosa, humana que despertaba suprema confianza, su hablar pausado, claro, ameno, dotado de esa chispa de “mamadera de gallo”, que lo convertía en una persona sencilla, amiga y accesible sin perder su condición de líder, de jefatura ganada al fragor de la lucha revolucionaria, la cual nosotros sin ser subalternos suyos la reconocíamos y aceptábamos en la civilidad. José Abel García Santis, era directivo de la Asociación de Educadores de Sucre, ADES, consiguió su biblioteca para hacer allí una reunión con un selecto grupo de invitados. Nos habló de su captura, nunca perdió su compromiso con la revolución, lealtad con sus compañeros y el ELN, optó por echarse la culpa de todo lo sucedido, de su “falta de confianza en la revolución”, “debilidades personales”, “falta de temple para seguir en la lucha armada”, se trataba de proteger y salvar a la organización, al ELN, y para ello se hundía el, tanto fue así que no hubo un solo militante eleno capturado o asesinado por culpa de Ricardo, en lo que se conoce hasta ahora.
En la primera incursión armada del ELN, la toma de Simacota, municipio de Santander, nos dijo; “pude morir allí, una bala me penetró sobre la clavícula y salió”, uno de los compañeros presentes le preguntó; ¿de que calibre era? con una sonrisa pícara respondió, no sé por qué no la pude coger y agitó su brazo en el aire, empuñando su mano como quien pretende capturar una mosca, fue un momento de mucha risa colectiva y disfrute. El presidente Betancur, en su propuesta de “Sí se Puede”, puso en la opinión nacional el tema de la paz, la salida negociada al conflicto armado, al respecto respondió preguntas manifestando que le parecía buena la intención del presidente, pero que no sabía si existía la suficiente madurez en la insurgencia guerrillera, en el gobierno, en sus fuerzas armadas para abordar un proceso delicado y difícil, sentenció; “a última hora la paz en Colombia es un problema de leyes”, casi todos nos miramos incrédulos, obvio, aún no sabíamos cómo se comía eso, después a lo largo de todos los acuerdos de paz realizados en nuestro país, demostraron que tenía absoluta razón; reformas constitucionales, leyes, decretos legislativos, etc.
Mi vida ha transcurrido en la selva, en el monte, nos dijo, de Colombia me fui a Panamá, gracias a Gabo, su voz se entrecorta y deja salir sentimientos de admiración, respeto y agradecimiento, los presentes nos sentimos contagiados, “Gabriel García Márquez, habló con Omar Torrijos, organizaron mi salida del país y me llevaron a Panamá a trabajar en las montañas, pero me sentía seguro y libre”, personalmente después me diría “Fredy hay que leer bien Cien Años de Soledad y toda la literatura de Gabo, allí hay cosas en la cultura, en el ser y hacer de los personajes que sirven para trabajar propuestas para nuestro pueblo”. De Panamá saldría atraído por la revolución sandinista, gracias a la amistad cultivada con Tomás Borges, uno de los jefes del Frente Sandinista para la Liberación Nacional, FSLN, donde era un soldado más, colaborador de la revolución, trabajador con el pueblo; indígenas, campesinos, nadie conocía su historia y no tenía mando, fui uno más, peón incansable al servicio de la causa, dijo, hasta mi regreso a Colombia.
Guillermo Marrugo, me dice que una mañana, Ricardo, le pidió que lo acompañara a comprar el periódico y en la calle le comentó que en Sincelejo vivía una amiga de infancia, profesora y se llamaba Rina Machado, Guillo señaló una de las viviendas por donde pasaban y gritó ahí vive, tocaron la puerta, abrió una muchacha y al fondo estaba Rina que de inmediato corrió y ambos se fundieron en un emotivo abrazo, queda la incógnita de si entre ellos hubo más que amistad, pudo existir un ósculo temprano o romance efímero, lo cierto es que la profe, estaba felizmente casada y solo hubo la emoción del reencuentro después de muchos años. Un día apareció un primo de Ricardo de apellido Parada, que vivía en Sincelejo, al cual le dedicó parte de su tiempo, de él no tuvimos mayores informes, lo cierto es que pese a vivir en el monte como dijo, aparecían personas que lo distinguían y le profesaban respeto, admiración y cariño.
El profesor Francisco Estrada, activista del magisterio, nos informó que tenía un tío que vivió en la casa de Ricardo en Barrancabermeja, se lo comentamos y nos dijo; se llama Eligio Contreras, no me voy de aquí sin verlo, organizamos la visita a la ciudad de Corozal, iba a su lado cuando levantó la cabeza hacia una de las viviendas donde habían unas personas y señaló ese es Eligio, la memoria de Ricardo era fantástica, abrieron los brazos, se abrazaron, rieron y todos nos contagiamos de esa alegría, luego ellos se apartaron a conversar en privado, hasta nuestra partida hacia Sincé, invitados por José Abel García a comer mote de queso preparado por su mamá. Ricardo, me comentó después que Eligio fue su gran apoyo cuando vivió en su casa, lo enseño a cortejar las muchachas porque era tímido, a estudiar y realizar algunos oficios. Eligio, por su parte, dio fe de los buenos modales de Ricardo que desde niño, era muy obediente, respetuoso, inteligente aunque un poco callado.
En Sincé, varios de nuestros compañeros y compañeras concurrieron al almuerzo, donde llegábamos le gustaba acostarse en hamaca, eso hizo en la casa de José Abel García, hasta que alguien mencionó que Gabo y sus padres habían vivido en Sincé, se levantó de la hamaca y nos fuimos inmediatamente a conocer la casa donde vivieron los padres de Gabito, frente al parque central, recorrió con su mirada varias veces el viejo caserón de tablas de dos pisos, su agradecimiento y admiración por el Nobel de literatura era algo omnipresente. Mientras tanto, doña Elvia Santis, madre de José Abel, preparaba el suculento y especial mote de guandú con queso, chicharrón picado, ñame, salsa de cebolla con ajo y tomate y al final de dejaba caer una bola de ajonjolí y suero, para chuparse los dedos, comimos salvajemente, bajamos el mote con cerveza y trago, quedamos rendidos en las hamacas hasta el regreso a Sincelejo.
Alfonso Marrugo invitó a su casa, compró dos carneros, los guisó para comer durante la parranda, el juego de dominó y el buen compartir, llegó a su casa una visita inesperada un concuñado guajiro, educado en la Universidad de Antioquia, quien llegaría a ocupar cargos de elección popular en su tierra, por el Partido Liberal, con el paso del tiempo y la rotación de los tragos, alguien le mencionó al guajiro que el personaje que departía con el grupo era nada más que Ricardo Lara Parada, el guajiro se volvió loco abrazó a Ricardo, declaró que en su época de estudiante fue simpatizante del ELN, por lo tanto su admirador, de manera que esa parranda se prolongó hasta el amanecer y casi todos durmieron en la casa de Alfonso. Ricardo despertó y se arrimó a la olla del carnero y había todavía, apartó la gruesa grasa, sacó una presa fría y se la comió, voy llegando temprano y me encuentro a Rafael Marrugo padre, me dice; “Fredy, Ricardo tiene estomago de tigre”, se comió una presa de carnero trasnochada y fría, buscando un cólico, intoxicación o vómito, únicamente me dijo; “no se preocupe señor Marrugo, que no pasa nada” y no pasó.
Las playas de Tolú, allí fuimos con nuestras familias, los hijos pequeños, Ricardo tenía un imán para los niños, hubo fotos, jugó futbol con los niños, se metió al mar con ellos, hasta que llegó un conjunto de acordeón y se formó la parranda en una cabaña denominada “Mi Ranchito”, el mar lo impactó, “ustedes si tienen cosas buenas para disfrutar la vida, esto es hermoso y vale la pena vivir para compartir todo esto con el cariño, la fraternidad que sienten, estoy muy agradecido”, en medio de las canciones vallenatas, me comentó que le fascinaban, era un enamorado del folclor, tanto que en la guerrilla, tenía un acordeón con un guerrillero que la cargaba para todas partes, pero nunca llegó a tocarla. En ese compartir en la playa, hubo una persona que se nos acercó y fue directamente a él, era un ingeniero barranqueño, de apellido Viloria que trabajaba en la Electrificadora de Sucre, quien lo reconoció de inmediato y parte de la parranda corrió por su cuenta.
Mi compadre, Rafael Marrugo Montes, es un relacionista por excelencia, tiene un tino y magia para encantar personas, hace unos días, le dije compa usted se encuentra al Papa Francisco y es capaz de convencerlo para que diga la misa de año nuevo en la catedral de Sincelejo, es detallista y buen anfitrión, a sus cualidades, le debemos esa gran oportunidad de compartir un momento imperecedero en nuestras vidas; una semana mayor con Ricardo Lara Parada. Nosotros le dimos a Ricardo el valor de ser revolucionarios en civilidad, de ser comprometidos y fieles a la causa de pueblo desde lo sentipensante, para usar el concepto de Orlando Fals, llevar una vida de alegría, comprometida pero sin violencias, presentamos puntos de vistas, opiniones que el compartió y sobre todo una cohesión humana, acorde con lo que él representaba, al despedirse nos dio las gracias, “siento que soy otro, voy a Bogotá, resuelvo algunas cosas y me regreso a mi tierra”. Qué tanto influyó en la decisión de Ricardo de lanzarse a la política electoral, el compartir con el grupo, no sabemos, teniendo ofertas de todos los grupos guerrilleros existente, incluido el ELN, para volver al monte a comandar un frente de guerra, confesión que nos hizo en privado y en mucha reserva.
Ricardo, viajó de Bogotá a Montería y viceversa, como Rafael Marrugo junior, pasajes que el sindicato del Banco de la República (ANEBRE), le daban para sus viajes a mi compadre, esto quiere decir, que fungió como hijo de Rafael Marrugo Montes, en esa época no pedían cédula, ni nada. Una tarde, evaluando con Fernando Manjarrez, activista magisterial y de agudo análisis, la venida y enseñanzas obtenidas con la visita de Ricardo, me dijo; me impactó su seguridad, sencillez y confianza que despierta, es un gran líder natural, cuando lo escucho hablar, su forma de conectarse con la gente es macondiana, se parece al coronel Aureliano Buendía, sin haber peleado tantas guerras, lo mejor está por venir si toma la decisión acertada, está en un dilema y no creo que regrese a la guerrilla, allí no hay futuro, es inteligente y con mucha experiencia.
Ricardo volvió a su tierra y fundó el Frente Amplio del Magdalena Medio, FAM, erigiéndose como el primer exguerrillero elegido popularmente, en una situación sin precedentes que abría otros horizontes para la solución del conflicto armado interno, hasta que el “troglodismo, revolucionario” del ELN nos lo arrebató cobardemente, lo asesinó en momento que el país era sacudido por la erupción del Volcán del Ruiz y la toma del Palacio de Justicia, aun así, los medios registraron la noticia. No podemos entender a una organización que para mantener vigente un credo político, recurra al asesinato de sus propios compañeros, a su eliminación física, biológica buscando con ello preservar incólume, legitima y prístina la estructura, el mando y la línea de acción, es hora de que restauren, reparen el buen nombre de las personas víctimas de su voracidad de caverna, antropofagia y empiecen a comprender la dialéctica revolucionaria, la democracia y la libertad; manos a la obra.
José Fredy Aguilera Garavito
Foto tomada de: Revista Corrientes
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