Escuchamos que acudieron a la cita a “examinar” la situación creada desde que terminó el cese bilateral al fuego acordado en agosto de 2023; porque, en sus palabras, “a pesar de los incumplimientos del gobierno” a lo pactado, era necesario “evaluar, tomar correctivos y que esto siga. Esa es la voluntad.” “Les hemos dicho [a los del otro flanco en la mesa], evaluemos el cese y ahí está la continuidad”.
De modo que, mientras con razonable expectativa se esperaba que el ELN tomara decisiones para convencer al gobierno de Petro de que vale la pena persistir en las negociaciones estancadas, su vocero redujo la expectación a la noticia de que persisten en dialogar. ¡Cómo si ignoráramos que los “elenos” no se fatigan de conversar! Lo han hecho por casi tres décadas de contactos secretos, acercamientos, aproximaciones y diálogos exploratorios – con ellos casi se agotan los sinónimos –, hasta mesas de negociación con los gobiernos de Gaviria y Santos, antes de la mesa actual en la que han llegado más lejos: acordaron por primera vez un cese bilateral por casi un año, que terminó el 3 de agosto pasado.
Ese largo parón en el enfrentamiento, habla con elocuencia de las excepcionales condiciones creadas por este gobierno para acordar la paz.
Sin embargo, el señor Beltrán habla con recelo, y declara que el gobierno de izquierda ha resultado más difícil que los anteriores, porque les ha “salido con trucos”. “Les hemos dicho que ellos han llevado dos estrategias, una por encima de la mesa y otra por debajo de la mesa. Eso no lo hizo ni Pastrana, ni Samper, ni Santos, ni Gaviria. Nadie.”
Beltrán habla de “trucos” en referencia directa a la “doble estrategia” con la que actúa el gobierno, rechazando veladamente que, mientras la delegación encabezada por Vera Grave habla con él y su grupo, el mismo Otty Patiño, Alto Consejero para la Paz, adelanta negociaciones separadas con el Frente “Comuneros del Sur” en Nariño, que reclamó su autonomía del Comando Central. Esa iniciativa es el motivo de fondo que puso en pausa la mesa desde septiembre, pues al sustraer un territorio importante y un número respetable de tropa de su influencia, quiebra el mando nacional del ELN.
Es lo que esconden las palabras del señor Beltrán. Porque la “federación” de frentes y organismos armados del ELN, que en el pasado explicaron la falta de coherencia y coordinación entre sí, cierta carencia de unidad en la dirección nacional; con la negociación de Comuneros del Sur queda al descubierto la rebelión del primer frente contra el mando central, que está yendo a un acuerdo de paz por su cuenta. Por ahora, la federación se agrieta en medio del conflicto.
En principio, el resentimiento del vocero del ELN contra ese golpe de mano se justificaría, si no lo hubiese facilitado la estructura desvertebrada de esa sigla armada. La estructura que soportó varios intentos de “encontrarle una salida negociada al conflicto armado”, no resistió la inagotable estrategia negociadora de su comandancia, que sigue sin apreciar las realidades políticas señalando que no es hora para dilatar conversaciones y soslayar un acuerdo final. La cohesión que aguantó las pasadas aproximaciones y reuniones para acordar una agenda de negociaciones, se deshace cuando la cosa va en serio, como sucede con este gobierno.
Parece claro que la dirección del ELN no puede exigir a sus frentes que sigan el ritmo de bueyes con que marcha la carreta de su comisión negociadora. Menos, cuando todo indica que los Comuneros del Sur llegaron al inicio de las conversaciones con el gobierno Petro con la decisión de hacer la paz, no de averiguar si la encontraban en el camino, o descubrían en la contraparte esa misma voluntad.
Pero el astuto señor Beltrán nada de esto admite abiertamente, y en cambio declara que entre los negociadores del gobierno, Vera Grave y Otty Patiño, hay desacuerdos que deben resolver como condición para regresar a la mesa. Y convencido de su razón, agregó: “Les pedimos que deben ponerse de acuerdo” sobre sus diferencias para asegurar la continuidad del diálogo. “Quedaron de discutirlo internamente y darnos la respuesta. Ellos tienen que resolver unas diferencias internas para acordar los correctivos”. Es decir, la delegación gubernamental tiene tarea para llevar de vuelta a la mesa. Ni más, ni menos.
¿Cree en serio el señor Beltrán, que el gobierno desbaratará la negociación con el frente en rebeldía que renunció a ser un frente del ELN, para facilitar el control del mando que la organización no es capaz de garantizar? El caso no hace más que confirmar una afirmación extendida sobre el ELN: que una cosa piensan los delegados en la mesa, y otra distinta los que le ponen la espalda al terrón húmedo de los montes. Por lo visto, estos comienzan a perder la paciencia. Quizá piensan que es mejor dar un golpe sobre la mesa que cierre las conversaciones, en lugar de dejar la puerta abierta a diálogos sin esperanza cercana.
Pero el señor Beltrán no cerrará la puerta del diálogo, porque no está en su naturaleza proceder con esa claridad. De hecho, la evasión en lugar de la posición cierta, el regodeo en cambio de la propuesta concreta, la alusión indirecta sustituyendo el nombre de la cosa, están en el ADN de esa organización guerrillera. Porque así actuaron sus antecesores, Beltrán no le echará llave a esa puerta. Cuenta con un viejo arsenal de frases pomposas para distraer lelos respecto a la voluntad del ELN de buscar la paz – no de hacerla –; y persiste en que poseen la determinación para cambiar este país “por las buenas o las malas”, según presumió en las mismas declaraciones.
Un viejo comandante conocido como ‘Timoleón’, inexperto en los subterfugios del idioma, decía en 1998: “No estamos hablando del desarme de la guerrilla, no estamos hablando de la desmovilización del ELN, no estamos hablando de esos temas. Estamos hablando de qué es lo que va a dar la burguesía colombiana, qué van a dar los industriales, qué van a hacer los gremios económicos, cómo vamos a resolver el problema agrario y cómo vamos a resolver el problema de la educación y el problema de la salud”.
Aunque Pablo Beltrán no cayó en esas rudezas, escucharlo decir que la vocación de conversar es la “prueba inequívoca de paz” que el gobierno exigió, no hizo más que defraudar, y suena a mamadera de gallo. El inefable vocero no parece comprender la inestabilidad política de estos tiempos, y por sus puntadas puede concluirse que el conjunto de esa organización llegó a firmar la Nueva agenda de diálogos para la paz el 10 de marzo de 2023 en México, sin haber tomado la decisión consensuada de superar las armas como medio de expresión política. Todo sugiere, incluso, que no puede expresarlo en su propio nombre. Una irresponsabilidad histórica, en todo caso.
Los delegados del ELN hablan como si en el horizonte próximo no los aguardara la inevitable conversación sobre una fecha para el desarme, firmados los pactos sociales y políticos posibles, y realizados los cambios acordados. Acorde con lo dicho por su compañero Antonio García, es algo que tienen descartado por lo pronto, pues “el tiempo de este gobierno se agota”, y las negociaciones habrán de continuar en próximos gobiernos.
Desafortunadamente les asiste completa razón en este punto. Es tan ambicioso y fatigante el listado de asuntos convenidos en la capital azteca, y que las partes deben resolver y materializar en forma previa a la firma de un desarme, que las dos delegaciones son prisioneras del complicado desarrollo de un temario humanamente imposible de concluir en menos de seis años sin contratiempos. El punto 2 -“Democracia para la paz” y el 3 – “Construcciones para la paz”, contienen un propósito de sociedad que la oposición de las fuerzas retardatarias lo hará imposible de realizar.
Las tormentosas dificultades que sobrevendrán al término de este gobierno, pintan propicias para que los venidos a este mundo a dialogar sin los apremios del tiempo, desplieguen entonces e In sæcula sæculorum su gracia al conversar. Por lo pronto, el señor Beltrán anuncia estar dispuesto a permanecer por dentro la puerta de negociaciones. Su mano no la cerrará, y la otra parte deberá hacerlo, si quiere hacer algo más que dialogar sin esperanza. Tal vez en ese momento escuchemos decir: Señor Beltrán, cierre la puerta al salir, por favor.
Álvaro Hernández
Foto tomada de: France 24
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