Alguien con esfuerzo obrero, desplegando su fuerza laboral e intelectual, logra conseguir ciertas comodidades: casa, moto o carro, pagados a crédito. Ese alguien obligado a trabajar para poder pagar, es esclavo de la deuda. Sin juzgar esta acción como buena o mala, es lo que permite el sistema que nos determina.
Ahora, que esa persona crea que es más que otros por tener más, por haber conseguido algo más, eso es arribismo. Que esa persona crea que ahora pertenece a una clase superior, solo porque el trabajo arduo y el crédito le han permitido –aparentemente– una mejor capacidad adquisitiva, es muestra, no solo de ingenuidad, sino también de arribismo.
El multimillonario Sarmiento Ángulo, a quien aún lo mueve el valor voraz de la acumulación, quien ha sabido exprimir capitales privados y públicos, quien ha impulsado su fortuna entre puertas giratorias corrompidas que van de lo privado a lo público, ha confirmado en entrevista publicada el 4 de diciembre de 2021, que ni él ni sus capitales se irían del país ante un posible triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales. Caso similar en otro contexto, el empresario textil Mario Hernández, mantiene sus tiendas en Venezuela desde hace años, sigue generando empleos y utilidades a pesar de la conocida situación económica y política de Venezuela.
Entretanto, aquellos que, con el despliegue de su fuerza laboral y sujetos al crédito han conseguido ciertas comodidades, dicen irguiendo su cabeza y mirando sobre el hombro: “¡Si Petro gana, me voy del país!”, ignorando o pasando por alto las deudas que seguramente tienen con los bancos de Sarmiento Ángulo u otros privados.
Esta es la diferencia entre los grandes capitalistas, poseedores de grandes capitales y de los medios de producción, y quienes escasamente son poseedores de su fuerza laboral y de una alta deuda, de la cual no podrían escapar si quisieran salir del país gracias a eventuales resultados electorales. Mientras los primeros piensan de manera fría y calculadora sobre sus capitales que están establecidos y seguirán siendo rentables; los segundos piensan en función del miedo que se les ha inculcado, piensan con ideas deshabitadas por la realidad, que se han inyectado a la opinión pública desde bodegas manipuladoras.
Juan Manuel Vargas Vasco, Sociólogo.
Foto tomada de: Revista Semana
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