Simone y su hermana sobrevivieron y, al terminar la guerra, regresaron a Francia, país del que habían sido arrancadas. Simone fue rebelde desde su juventud, decidió terminar su bachillerato y graduarse con su nombre verdadero, lo cual a la postre la expuso ante la Gestapo, que venía siguiendo los pasos de su familia.
Tras su regreso a Francia, estudió Derecho, profesión que ejerció algunos años, pero en 1956 renunció al ejercicio de la abogacía para volcarse a la carrea judicial, en la magistratura francesa, donde ocupó importantes cargos, siempre en defensa de las personas vulnerables, cuya reivindicación cubrió un espectro importante a lo largo de su vida, desde las personas privadas de la libertad, hasta las sometidas a tortura en las prisiones argelinas o la lucha por los devastadores efectos del sida, virus que aparecía en ese momento y del que se sabía muy poco.
Entre 1974 y 1979 se desempeñó como Ministra de Salud de Francia, cargo en el que luchó por la aprobación de importantes leyes para las mujeres, como la del acceso a los anticonceptivos y la legalización del aborto, luchas que le valieron el odio de muchos parlamentarios franceses de la época y ataques virulentos que nunca la hicieron flaquear ni desfallecer.
Las escenas de sus discursos y de los acalorados debates en el parlamento francés, así como las de su vida cotidiana, se intercalan en la película con las demoledoras escenas de su reclusión en los campos de concentración y de la tenacidad con que pudo sobrevivir, y que mantuvo posteriormente.
Para 1979 fue elegida como la primera mujer Presidente del Parlamento Europeo y luchó por la integración de dicho continente, en busca de evitar que se produjeran nuevas atrocidades como las dos guerras mundiales, lo cual, a la postre no pudo evitarse, pues vendrían luego guerras tan terribles como la de la antigua Yugoslavia, frente a la cual también tuvo un importante papel de denuncia, exigiendo a Europa no callar, sino visibilizar lo que estaba sucediendo a los ojos del mundo entero, y que alcanzó un clímax de horror, ante el silencio cómplice incluso de las Naciones Unidas.
Un elemento común a Simone Veil, Primo Levy, y Emmanuel Levinas, como pensadores sobrevivientes de los campos de concentración, es la edificación de una ética basada en la compasión, y de la alteridad, una ética que surge en la mirada del otro, en la solidaridad. Leer la Trilogía de Auschwitz, de Primo Levy, las obras filosóficas de Levinas, o escuchar los discursos de Veil, reproducidos en el filme, es asistir a la vivencia del compromiso en la solidaridad, la no aceptación del sufrimiento de muchas personas, por distintos motivos, ante la mirada impasible de muchos, y la irrenunciabilidad a los ideales de un humanismo lastrado de fraternidad.
Otro elemento común a Simone Veil, a la otra Simone (Weil), y a Hannah Arendt, es su gran inteligencia y la capacidad de análisis que caracterizó sus obras filosóficas y políticas. Podría decirse que estas tres mujeres conforman en el Siglo XX una tríada de pensamiento, difícil de emular por otros pensadores, pues conjugó la reflexión ético-filosófica y el compromiso social y político, además de la gran coherencia entre pensamiento y acción, y una vida dedicada al servicio a los demás, que nunca se resignó a los claustros académicos o a la vida familiar, sino que trascendió a la vida pública e incluso a un fuerte activismo social.
Quizá uno de los mensajes más contundentes de esta película, es la superación del horror mediante la tenacidad, y mediante la identificación con las personas que sufren, a través del horror padecido por su protagonista.
Veil fue también una mujer que, en su vida familiar y personal, se permitió quebrarse ante el recuento de su historia y la pérdida de sus seres queridos, pues nunca ocultó, ni siquiera ante las cámaras de las múltiples entrevistas que concedió, su dolor y sus lágrimas, debido al recuerdo de sus años de internamiento en los campos de exterminio y la pérdida de sus seres queridos.
Si hay un ejemplo de coherencia entre el pensamiento y el obrar, de un sentido de profunda humanidad, de compromiso con los más necesitados, de una ética a toda prueba, que no elude el debate (pugnaz y descarnado) y que busca en todo momento aportar vías de solución para las graves calamidades y negación de derechos de la época que le tocó vivir, es el de Simone Veil, mujer pertinaz, con una férrea voluntad desde el servicio público, ajena a las vanidades del poder, y entregada por entero a las causas sociales de su tiempo, que en muchos sentidos, es el nuestro, todavía. Una mujer genuina, que recurría a los medios de comunicación, no para aparentar ni ostentar sus obras, sino para transmitir la necesidad de cobrar consciencia sobre los males que afectaban (y siguen afectando) a la sociedad.
El papel de Elsa Zylberstein, quien personifica a Simone Veil, es magistral, ya que capta todos los momentos de la vida que se retratan en el filme, con igual contundencia y determinación, una inteligencia aguda y una voluntad inquebrantable, incluso frente a su familia, pues Simone no estuvo exenta, como nunca lo ha estado ninguna mujer en el mundo, de presiones familiares para que abandonara sus estudios o su vida profesional y su compromiso social, a lo cual supo siempre sobreponerse.
Esta película es una invitación a la esperanza, a mantener la ilusión en que, aún en medio del más profundo horror, pueden construirse mundos distintos, y, ante todo un mensaje a no claudicar, a enfrentar a quienes quieren perpetuar el sufrimiento de muchas personas, con determinación, arrojo, contundencia, valentía y un profundo sentido de lo humano.
Simone: El viaje del siglo (subtitulada en cines como “la mujer del siglo”).
Director: Olivier Dahan
Francia, 2022
Francisco Julio Taborda Ocampo, Socio-fundador de la Corporación Latinoamericana Sur. Docente de la Escuela Superior de Administración Pública.
Foto tomada de: Mrs. Veil in 1974, when she was health minister. Credit: Agence France-Presse — Getty Images. The New York times, Junio 30 de 2017
Olga Lucia Fernández Arbeláez says
Excelente mirada. Gracias por la invitación a ver buenas películas.