En muy pocas palabras Botero Caicedo resume la concepción del mundo prevaleciente en nuestra sociedad, concepción que evidentemente expresa el pensamiento de las clases dominantes. En primer lugar afirma que “el rol del empresario, dentro de un marco de respeto por las leyes, las costumbres y los derechos humanos, es generar riqueza y valor para todos los relacionados: consumidores, empleados, accionistas, proveedores y comunidad.” No dice empresario capitalista, con lo cual utiliza un recurso común en el debate sobre nuestra sociedad, ignorar el carácter específico: no se trata de cualquier empresario, estamos hablando de empresarios capitalistas. Pero además su afirmación es un sofisma. Evidentemente en una economía capitalista los capitalistas dominan la producción y por tanto la riqueza y el valor en este contexto es dirigido y coordinado por esta clase; esto es apenas obvio. Pero el propósito del capitalista ¿es generar riqueza y valor para todos?
Ni el propio Botero Caicedo debe creer en esta falsedad pero es necesario sostenerla para ocultar que al capitalista le interesa por encima de todo generar riqueza y valor bajo la forma de ganancias y contrata trabajadores para que la produzcan. Aún más, estos trabajadores son para el capitalista un costo y por eso intenta por todos los medios reducirlo. Para Botero la riqueza la genera directamente el empresario ocultando que son los trabajadores quienes realizan el trabajo que se materializa en dicho valor y riqueza, bajo el mando, muchas veces despótico, de los empresarios.
Continúa Botero en su visión idílica de los empresarios: “La generación de riqueza se logra al identificar necesidades insatisfechas y satisfacerlas mejor que cualquier otro.” Se trata de otra obviedad que oculta más de lo que revela. Evidentemente en el capitalismo para obtener ganancias (es decir generar riqueza y valor para los empresarios capitalistas) hay que producir una mercancía que satisfaga necesidades de consumidores solventes, es decir con dinero para comprarlas. Puede haber muchas necesidades insatisfechas por parte de millones de personas pero si no tienen dinero para pagar las mercancías el capitalista no se las va a entregar gratuitamente. El empresario capitalista no es una dama de la caridad y si, por ejemplo, produjo demasiada leche prefiere botarla antes de entregarla a niños con necesidades insatisfechas de este producto. Pero además afirma, “son las empresas y los empresarios los que generan los excedentes que permiten la existencia de universidades privadas, de organizaciones de pensamiento y de ONG”. ¿Qué haríamos sin empresarios? Obviamente son los empresarios capitalistas los que concentran los excedentes de la sociedad en tal magnitud que pueden hacer obras de caridad, financiar universidades, crear ONG, fomentar la cultura, patrocinar museos, etc[2]. El asunto de fondo es saber la razón por la cual concentran estos excedentes.
Afirma Botero que el sesgo antiempresarial proviene de la teoría del valor de Marx, para lo cual cita a Juan Carlos Hidalgo del Cato Institute, una entidad que entre otras actividades otorga anualmente el premio Milton Friedman[3]. Dice Hidalgo “Este sesgo parece deber su origen a la prevalencia de la teoría marxista del valor, según la cual toda ganancia de los empresarios es producto del despojo que hacen de los trabajadores -quienes son los verdaderos creadores de la riqueza.” Y Botero añade que por esto se proponen medidas, como la nacionalización de los medios de producción para corregir esta “injusticia social”. El señor Hidalgo confunde la teoría del valor de Marx con la teoría del plusvalor y la presenta además en forma sesgada. La teoría del valor de Marx básicamente nos dice que dentro del sistema capitalista la organización social de la producción está basada en productores privados independientes que solamente se relacionan, y constituyen la sociedad, mediante el intercambio de sus productos. En estas condiciones, el trabajo social se presenta bajo la forma del valor de las mercancías y por tanto lo que se esconde detrás de los precios de las mercancías es la distribución social del trabajo del conjunto de la sociedad. Es por tanto una organización social no consciente ni organizada sino sujeta a las iniciativas privadas y a la competencia capitalista con las consecuencias en términos de despilfarro de seres humanos y crisis.
Quizá Hidalgo y Botero estaban pensando en la teoría de la plusvalía. Es bueno recordarles que antes de Marx algunos economistas, dentro de ellos Adam Smith (con ambivalencias) y David Ricardo, a quienes no se puede acusar de ser anticapitalistas y tener un sesgo antiempresarial, al tratar de responder la pregunta sobre qué es la ganancia y de donde proviene habían planteado que se trata de una deducción del producto elaborado por los trabajadores. Marx estudia a los economistas clásicos, reconoce sus avances, critica sus limitaciones y formula su teoría del plusvalor como uno de los ejes centrales para entender el capitalismo. El planteamiento es relativamente sencillo, el valor lo producen los trabajadores en su totalidad pero reciben solamente una parte de dicho total. Dicho de otra manera, trabajan parte del tiempo para producir el equivalente de su salario y otra parte del tiempo para producir la ganancia, o parte del tiempo para producir los productos de su canasta básica y la otra para producir los productos de la gran canasta de los patronos.
Esto lo muestra el DANE en las cifras de cuentas nacionales: del total del valor agregado generado por los trabajadores asalariados -cerca de 11 millones- estos se quedan con la mitad y la otra mitad se la queda un grupo de menos de 1 millón de patronos (que luego tienen que, muy a su pesar, compartirla con el Estado por la vía de los impuestos). Pero además dentro del grupo de los empresarios capitalistas el 1% se queda usualmente con el 25% del total.
Marx muestra adicionalmente que el objetivo central de los empresarios capitalistas es obtener la mayor plusvalía posible a costa del trabajo de los asalariados para lo cual recurren a prácticas como extender la jornada de trabajo, estafar a los trabajadores sus derechos legales salariales y otras prácticas edificantes. Pero también en la búsqueda de plusvalía, debido a la competencia entre capitalistas, promueven el desarrollo tecnológico y el aumento de la productividad con lo cual desarrollan la capacidad productiva. Para ser justos con Marx, les reconoce a los capitalistas que, aunque involuntariamente, cumplen un papel importante en el desarrollo material de la sociedad. No siempre es tan notorio el sesgo antiempresarial de Marx.
Finalmente Botero destaca el papel de los empresarios como generadores de empleo “las economías que más contribuyen con el bienestar de sus ciudadanos son aquellas que tienen la mayor tasa de empleo, que es el principal derecho de los humanos.” Nuevamente oculta mucho más de lo que revela. Es apenas obvio que en el capitalismo todos aquellos que no son empresarios capitalistas, es decir dueños de medios de producción y solo cuentan con su fuerza de trabajo, están obligados a venderla a los capitalistas para poder obtener un ingreso y vivir. Esta es una coacción social real y dolorosa. Botero ni siquiera se pregunta porque hay millones que solo tienen su fuerza de trabajo y algunos cientos de miles que son los dueños de producción. Pero los capitalistas no generan empleo por su compromiso con los derechos humanos, lo hacen porque en la sociedad capitalista es el medio para enriquecerse con base en el trabajo de los demás. De hecho, cuando no les sirve un trabajador lo despiden sin importarles un bledo su derecho humano principal. E insiste en que “los nuevos empleos tienen que venir necesariamente del sector privado y es precisamente la razón por la que es difícil entender el inexplicable sesgo antiempresarial que impera en Colombia.” Lo que sí es explicable es que Botero no quiere investigar las razones: no quiere reconocer que es un beneficiario de una sociedad donde tiene la fortuna de vivir y enriquecerse con base en el trabajo de los demás.
De otra parte afirma que “el marxismo es hoy en día una ideología marginal, más allá de las excentricidades que podamos encontrar en algunos recintos universitarios.” En esto tiene razón, el pensamiento marxista ocupa un lugar marginal en la ideología de la sociedad colombiana e incluso mundial, aunque con diferencias. La caída de la Unión Soviética y de los países socialistas del este de Europa disminuyó el interés por Marx y se decretó por muchos su muerte teórica. Pero curiosamente el presidente Trump lanza en estos días un grito de guerra contra el socialismo y declara que Estados Unidos nunca será socialista al tiempo que sus súbditos colombianos acusan de castro-chavista a Juan Manuel Santos, connotado representante del capitalismo colombiano. El fantasma del socialismo sigue presente y se utiliza claramente en el debate político para atacar y denigrar de la oposición. Y esto no es solamente porque como dice Botero “un aspecto cardinal del ideario marxista sigue teniendo un fuerte arraigo popular: la hostilidad hacia la empresa privada”, sino porque el propio capitalismo no le ofrece una vida “digna” a la gran mayoría de los trabajadores. Aunque quizá no tenga un fuerte arraigo popular, ni sea muy consciente, la experiencia de generaciones de trabajadores en todo el mundo les sugiere que el capitalismo es la causa de su situación.
Botero recuerda el camino a los marxistas y comunistas. Para lograr que toda la sociedad pueda tener una vida digna es necesario ir hacia formas de sociedad donde el principio organizador no sea la competencia entre privados dueños de los medios de producción y la búsqueda de plusvalía, es decir una sociedad donde el 10% de las personas pone a trabajar a su servicio el 90% restante, y para esto es necesario “socializar” los medios de producción, hacer que los medios de producción sean propiedad de todos y no solamente de unos pocos.
Objetará Botero que el socialismo no ha logrado hacer esto y por el contrario ha caído en sistemas políticos dictatoriales y represivos sin garantizar suficientemente el mejoramiento de las condiciones de vida. En parte tiene razón, pero entonces hay que aprender de los errores y seguir buscando ese socialismo realmente democrático: una asociación de hombres libres. El capitalismo es el cáncer que mata a la mayoría de seres humanos y las drogas que se han utilizado hasta el momento para combatirlo (los socialismos realmente existentes) no han sido suficientemente eficaces, pero esto no es razón para no seguir buscando mejores remedios.
Alvaro Uribe propuso en algún momento un país de propietarios y esta consigna hay que concretarla: todos los colombianos deben ser propietarios de todos los medios de producción. El artículo 17 de la Constitución Política dice: Se prohíben la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres humanos en todas sus formas; es necesario reformar este articulito para que incluya que se prohíbe también el trabajo asalariado.
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Alberto Maldonado Copello
Foto obtenida de: eltiempo.com.ec
[1] Mauricio Botero Caicedo, hijo de Douglas Botero Boshell (ministro de Comunicaciones y de Gobierno de Lleras Restrepo; embajador en Estados Unidos de Pastrana Borrero, embajador en Venezuela de López Michelsen), estuvo casado con Carolina Barco Isakson, http://viva.org.co/cajavirtual/svc0363/articulo12.html
[2] La referencia a las ONG surge porque la columna está dirigida a criticar los planteamientos de organizaciones como Dejusticia, la cual considera Botero exponente del sesgo antiempresarial.
[3] https://www.cato.org/friedman-prize
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