La pobreza campea en el municipio como en todo el departamento. Tibú tiene una situación crítica con respecto a la cobertura de servicios públicos domiciliarios. La de acueducto es solo del 24.8% igual a la del servicio de alcantarillado, muy por debajo de la media nacional, lo que coloca a la población en riesgo ambiental por el mal manejo de las aguas residuales. La energía eléctrica no cubre a los sectores rurales, acentuando las dificultades económicas de las familias. El servicio de internet es prácticamente inexistente. La media departamental es de 10.8% y el municipio no llega a la mitad de esta cifra. Y pensar que se robaron esa platica en el gobierno que expira.
El déficit cuantitativo de vivienda es del 48.8%, lo que quiere decir que casi la mitad de los hogares no tienen casa propia. La cobertura en educación media presenta serias dificultades dado que la cobertura neta es de solo 27.21%, lo que no le deja mayores alternativas a los jóvenes tibuyanos distintas a la coca o la violencia. El Índice de Pobreza Multidimensional es del 57.6%[1]
Una violencia incesante
Según el Plan de Desarrollo de Tibú, Somos el cambio en que podemos creer 2021-2023, las cifras de homicidios en el municipio superan en más del 350% las del departamento y en un 650% las del pais. A esa esa realidad ensangrentada se ha traducido la Paz con legalidad, que es el nombre con el que el gobierno Duque, hizo trizas el acuerdo de paz con las FARC de 2016.
Y en 43.000 hectáreas de coca sembradas en 15 municipios del departamento pero especialmente en Tibú, Sardinata, El Tarra y Teorama, que contribuyen a las 243.000 hectáreas sembradas que hacen del pais el primer productor de hoja del mundo, con el que aporta el 65% de toda la que se produce en el planeta, según UNOCD 2022. En 2002 había 4.471 hectáreas de coca sembradas. El gobierno se precia de la mínima e insignificante reducción del área sembrada pero escurre el bulto ante el hecho cierto del aumento significativo de la productividad por hectárea sembrada:
En el 2020, según el informe de UNODC, las áreas cultivadas de hoja de coca decrecieron un 9 %, pero a su vez, la producción potencial de cocaína se incrementó en un 8 % y alcanzó 1.228 toneladas. Una situación atribuida a la mejor eficiencia de los laboratorios, como a las prácticas de cultivo que han hecho que ahora una hectárea de coca produzca 6.4 toneladas de hoja fresca, sobre los 5.8 que se registraban en 2019. Así mismo, la cantidad de clorhidrato de cocaína obtenido de esas hojas ha aumentado por hectárea en un 18 % y ahora se consiguen casi 8 kilogramos.[1] El narcotráfico empeoró en el gobierno de Iván Duque. Esto explica fundamentalmente la ordalía de violencia en Tibú, en el departamento y en la totalidad del territorio nacional que no excluye a las grandes ciudades.
El aumento de los cultivos ilícitos en el Catatumbo responde a una dinámica de falta de Estado o de una presencia centrada en el accionar militar y la ausencia de garantías de derechos, como la educación, salud, vías en buen estado, asistencia técnica, etc. Esto, a la postre, ha ocasionado que el campesinado quede al margen del proceso de desarrollo rural y vea el cultivo de coca como única posibilidad para tener un grado de rentabilidad alto.
El pasado 5 de julio, diez y seis hombres de las disidencias de las FARC patrullaron con armas largas y pasamontañas las calles de la localidad y en un negocio de billar ejercieron de autoridad pidiendo papeles y requisando a los lugareños con toda tranquilidad. Dos días más tarde, el 7 de julio, en la carretera que de la vereda Campo Dos, una vereda en las goteras de Tibú que conduce a la cabecera municipal, el ELN rinde homenaje a Zasa, un miembro de la organización caído en enfrentamiento con el ejército nacional, con arengas y canciones de su repertorio insurgente y una bandera del ELN sobre el féretro, sin que ninguna autoridad militar los moleste y menos que los hostigue.
El 14 de Julio, el frente 33 de las disidencias de las FARC, después de patrullar el pueblo durante horas se tomó la alcaldía y desde allí arengaron a la población. La mayor evidencia de su control territorial. La fuerza pública no aparece. Solo lo hizo minutos después de una manera extraña cuando no sospechosa. Los lugareños afirman que “esto siempre ha pasado aquí, en el pueblo, pero ahora lo están haciendo más seguido. Ellos patrullan e impone la ley, se hacen lo que ellos dicen”. Estos grupos enfrentados entre sí, o coaligados, se reparten el territorio y operan en el área transfronteriza con Venezuela, con el apoyo o no del gobierno del pais vecino donde también se libra esta cruenta confrontación. En esa región, como en las otras seis donde se libra esta guerra en Colombia, el pais se comporta como un Estado fallido.
Colombia y especialmente la región del Norte de Santander está pagando a un altísimo costo las obsesiones del presidente saliente a lo largo de sus eternos cuatro años: su obsecuencia con el gobierno norteamericano en punto a la política internacional, su subordinación de los intereses nacionales a los del pais del norte en punto a esta guerra cruenta que no tiene fin y que carcome a todos los países de América Latina, pero con especial incidencia en Colombia.
Su obcecada pretensión de convertir al gobierno del país vecino en un enemigo de Colombia que ha complicado la vida, la economía y la seguridad de la zona transfronteriza convertida en teatro de guerra contra las drogas lo que llevó al cierre de la frontera y al rompimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
De la dramática situación del Norte de Santander, una síntesis de los problemas colombianos, un departamento al garete de la violencia, se confirma que el narcotráfico es el principal problema del pais, como concluye con acierto la Comisión de la Verdad y el clarividente padre de Roux y que sin su solución -la legalización de las drogas- no es dable concretar la economía para la vida.
El gobierno entrante tiene en ese territorio un laboratorio de excelencia para concretar e inaugurar los diálogos regionales, que lo pueden conducir a una conclusión exitosa en las negociaciones de paz con el ELN y para lo cual el cese al fuego bilateral es una condición necesaria. De ahí también se desprende la urgente reanudación de las relaciones diplomáticas con el gobierno de Venezuela que se dañaron innecesariamente, tensionando las relaciones entre los dos países hermanos.
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[1] Datos del Plan de Desarrollo de Tibu 2021-2023.
[2] Colombia cultiva menos coca, pero produce más cocaína: Informe Mundial sobre las Drogas 2022 de la ONU. Infobae. 21 de junio de 2022.
Fernando Guerra Rincón
Foto tomada de: Caracol Radio
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