Aprovechando la reflexión iniciada en el anterior artículo “Luces y Sombras”, y en la perspectiva de pensar en los desafíos que enfrenta un mundo donde exponencialmente crece la pobreza, el hambre, la crisis climática, la posibilidad de pandemias, de guerras biológicas y, una humanidad desbordada en una economía del consumo; habita la pregunta qué tenemos en común hoy los seres humanos y de inmediato surge, la preocupación por la sostenibilidad de todas las formas de vida amenazadas por la utilización del carbón y la industria petrolera.
Escribo estas líneas para acercarme a esta problemática social contemporánea, intentando entender otros lugares desde donde se anuncia y argumentan otras formas de comprender esta situación global; en este sentido la polifonía, la disponibilidad a lo múltiple, permite la construcción social y compartida de soluciones a un tema como la crisis ambiental global en tiempos de creencia ciega en la razón, el desarrollo y el racionalismo.
Atreverse a pensar, a salir del conformismo, poner en duda las condiciones actuales de vida y de lo políticamente correcto, conlleva a superar todo aquello que inmoviliza y genera una arrogancia que arrasa con las relaciones sociales, produciendo apatía política sobre el “usufructo” y “sobre explotación” de los bienes público naturales, contribuyendo con ello, en procesos de apropiación privada, es decir, ese deseo insaciable de tener lo que legitimante pertenece a toda la humanidad (Derecho al agua, aire, salud, paz…), alimentado por la codicia de tener más que otros, para quedarse con lo que se debe distribuir en la sociedad.
En este sentido, los Estados y en particular los gobiernos progresistas, deben desde su gestión, controlar, tutelar, proteger y garantizar el acceso democrático y el manejo sostenible de los recursos naturales. Tener certeza absoluta del camino emprendido hacia una vida mejor en esta sociedad, donde confluyan las posibilidades de transformar las prácticas mercantilizadas que cosifican la vida y eliminar esa idea funcional gobernada por la racionalidad del cálculo y el usufructo económico.
De acuerdo al informe de Oxfam[1], las desigualdades no solo están matando a las personas que tienen menor representación política, sino que también está acabando con el planeta. La estrategia de anteponer los beneficios a las personas no es solo injusta, sino una estupidez monumental. Las economías no “crecerán”, y los mercados tampoco ofrecerán “prosperidad” a nadie, por mucho poder que tenga, en un planeta inerte”. (Oxfam, 2022)
De igual manera, el informe referido, argumenta que el consumo excesivo de los países más ricos, está alimentando la crisis climática, ya que las emisiones del 1 % más rico duplican las de la mitad más pobre de la población mundial.
Tras esta realidad, se firma el Acuerdo de Paris[2] y, las potencias mundiales -las mayores economías- se comprometieron en la reducción de los efectos del cambio climático, sin embargo, el incumplimiento de los Estados partes, se evidencia en el incremento de los niveles de producción y, por ende, de gases efecto invernadero, en la lógica del beneficio para producir ganancias inmediatas en la racionalidad de la depredación y el desperdicio, sello del capitalismo global.
Como respuesta a semejante realidad, se debe configurar una construcción intelectual, política y teórica que permita hacer de este tiempo, un lugar y espacio donde se piense para edificar una realidad diferente para la vida, de ocuparse de nuevas relaciones sociales y de una interacción respetuosa con la naturaleza cimentada en su conservación y protección.
Por lo tanto, las escuelas, las universidades , los centros de investigación, la academia, deben enseñar a pensar diferente, abrir las posibilidades de investigar para ir más allá, de dudar, de informarse de lo desconocido, de integrar los saberes ancestrales con los avances científicos y tecnológicos, de democratizar y compartir el conocimiento, para encontrar sentido a aquello que se ha perdido, esa relación armónica y respetuosa con la naturaleza y, de esta manera intervenir, compartir y construir realidades que garanticen la vida y salvar la tierra.
Ante la crisis ambiental global, referida al cambio climático, a la exposición demográfica, perdida de diversidad, debilitamiento de la capa de ozono y usufruto irracional de los recursos naturales, es imperioso la integración de América Latina para asumir la transición energética desde la potencialidad de sus recursos, hacia la generación de energías limpias y renovables y, dejar atrás la dependencia del carbón y del petróleo.
De la argumentación precedente y desde una perspectiva critica, se formulan las siguientes interrogantes:
¿Estamos ante un neocolonialismo verde? ¿La transición energética, es un mecanismo empleado por las potencias del norte para continuar con su hegemonía y salir exento de cualquier daño? ¿Es una recomposición energética por la decreciente rentabilidad de las energías fósiles? ¿Pueden y tienen la capacidad los gobiernos de América Latina de liderar el desarrollo de proyectos de generación de energías limpias y renovables en la región? ¿Tienen el liderazgo suficiente para convocar a las naciones de la “periferia” o sur global para la construcción de un modelo mundial propio de generación de nuevas energías y con ello, garantizar la soberanía energética y la protección y conservación de los bienes comunes naturales?
Estas son algunas preguntas, que debemos formularnos, para vencer ese escenario azaroso que pregonan las potencias mundiales a costa de los recursos naturales, la vida y la dignidad de los pueblos del sur global, para proteger y amparar a todos los seres vivos presentes y futuros.
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[1] Ahmed et al., (2002) Las desigualdades matan, informe de Oxfam Internacional, enero de 2022. https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621341/bp-inequality-kills-170122-summ-es.pdf
[2] Tratado internacional para la limitar el calentamiento mundial a preferiblemente a 1.5 grados centígrados en comparación con los niveles preindustriales. Firmado 12 de diciembre de 2015 y entró en vigor el 4 de noviembre de 2016.https://unfccc.int/es/process-and-meetings/the-paris-agreement/el-acuerdo-de-paris
Luis Angel Echeverri Isaza, Trabajador Social, MG en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos. 19 de septiembre del año 2022.
Foto tomada de: EFEverde
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