El colonialismo moderno en las relaciones hemisféricas
La afirmación de Trump no puede entenderse sin analizar el legado histórico de estas relaciones. Desde el siglo XIX, a través de doctrinas como la Doctrina Monroe y el Corolario Roosevelt, Estados Unidos ha construido una relación de dominación, tratando a América Latina como su “patio trasero”. Esta narrativa colonialista reduce a la región a una posición subordinada, donde sus recursos naturales, mano de obra y mercados son explotados para el beneficio de Estados Unidos, mientras se niega su agenda política y económica.
La frase “ellos nos necesitan a nosotros” reitera esta lógica, reforzando la idea de dependencia y negando la interdependencia que define realmente estas relaciones. Desde una perspectiva decolonial, este discurso desconoce que las asimetrías actuales son resultado directo de siglos de extractivismo y explotación impuestos por proyectos coloniales que han configurado las dinámicas de dependencia estructural.
América Latina como sujeto activo: retando el colonialismo
América Latina no es simplemente una región pasiva que “necesita” a Estados Unidos. En cambio, es una región rica en recursos naturales, cultura, y conocimientos ancestrales que han sido sistemáticamente apropiados por el capitalismo global. Estados Unidos depende de América Latina de múltiples maneras, desde el acceso a materias primas esenciales como el litio, hasta el rol estratégico de la región en las cadenas de suministro globales y el comercio internacional. Minimizar esta realidad perpetúa una visión colonial que invisibiliza las contribuciones fundamentales de América Latina al desarrollo del Norte Global.
El discurso de Trump también ignora cómo las políticas económicas neoliberales impuestas en el marco de acuerdos comerciales y organismos financieros internacionales (como el FMI y el Banco Mundial) han mantenido la región atrapada en un modelo extractivista que responde a las demandas de Estados Unidos y otras potencias. Esto no es una relación de “necesidad unilateral”, sino una relación de explotación que perpetúa la dependencia y el subdesarrollo. Además, es necesario recordar acá la historia de intervenciones de Estados Unidos en América Latina, que marca continuamente las relaciones diplomáticas entre el gigante del norte y los países al sur del rio Bravo.
Intervenciones militares y políticas de Estados Unidos en América Latina: una herencia colonial
Para entender el carácter colonialista del discurso de Trump, es imprescindible analizar el largo historial de intervenciones militares y políticas de Estados Unidos en América Latina. Estas acciones no solo han consolidado la dominación estadounidense, sino que también han socavado los procesos democráticos y la soberanía de los países de la región.
Desde el siglo XIX, Estados Unidos ha intervenido de manera sistemática en América Latina para garantizar sus intereses económicos, políticos y estratégicos. Ejemplos emblemáticos incluyen:
- Doctrina Monroe y el Destino Manifiesto: Estas políticas marcaron el inicio de la intervención estadounidense, justificando su expansión en la región bajo el pretexto de “proteger” al hemisferio occidental de potencias europeas, mientras en realidad buscaban consolidar su hegemonía.
- Invasiones militares: A lo largo del siglo XX, Estados Unidos llevó a cabo numerosas ocupaciones militares en países como Nicaragua (1912-1933), Haití (1915-1934) y República Dominicana (1916-1924, 1965). Estas intervenciones buscaban garantizar gobiernos favorables a los intereses estadounidenses, particularmente para proteger empresas como United Fruit Company.
- Golpes de Estado patrocinados por la CIA: Durante la Guerra Fría, Estados Unidos respaldó golpes de Estado para eliminar gobiernos percibidos como socialistas o comunistas. Entre los casos más notorios se encuentran:
- Guatemala (1954): La CIA lideró el derrocamiento de Jacobo Árbenz tras sus reformas agrarias que afectaban a United Fruit Company.
- Brasil (1964): Se apoyó un golpe militar contra el presidente João Goulart, instaurando una dictadura militar.
- Chile (1973): El golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende e instaló la dictadura de Augusto Pinochet fue respaldado por Estados Unidos.
- Argentina, Uruguay y otros países: Durante las dictaduras del Cono Sur en los años 70 y 80, Estados Unidos apoyó operaciones represivas como el Plan Cóndor, que coordinó la persecución de opositores políticos en toda la región.
- Intervenciones contemporáneas: Aún en el siglo XXI, Estados Unidos ha continuado influyendo en la política regional. Ejemplos incluyen el golpe de Estado en Honduras (2009) y las sanciones económicas impuestas a países como Venezuela y Cuba, que buscan debilitar a gobiernos contrarios a los intereses estadounidenses.
Estas intervenciones, justificadas bajo la retórica de proteger la democracia o luchar contra el comunismo, han tenido efectos devastadores en América Latina, incluyendo la instauración de dictaduras militares, la perpetuación de la desigualdad social y la violación de derechos humanos. Estas acciones evidencian un patrón histórico de dominación que posiciona a Estados Unidos como un “tutor” de la región, negando su capacidad de autodeterminación.
Resistencias decoloniales y el futuro de la relación hemisférica
La declaración de Trump, aunque problemática, puede servir como un catalizador para que América Latina retome su agenda integracionista y refuerce su autonomía frente a las potencias hegemónicas. Es esencial fomentar procesos de integración regional que prioricen la soberanía de los pueblos, el comercio justo y el respeto a los derechos humanos y ambientales.
Además, América Latina tiene la oportunidad de diversificar sus relaciones internacionales, fortaleciendo alianzas con potencias emergentes o con otras regiones del Sur Global. Este enfoque puede contrarrestar las dinámicas de dependencia hacia Estados Unidos y construir un sistema internacional más equitativo. Sin embargo, estas alianzas deben ser construidas con una mirada crítica, asegurando que no se reproduzcan nuevas formas de dependencia y neocolonialismo. Es fundamental que América Latina no simplemente sustituya la dependencia de Estados Unidos por la de otras potencias, sino que establezca relaciones en condiciones de igualdad, con acuerdos comerciales y políticos que respeten la soberanía de cada nación.
Conclusión
La frase de Trump encapsula una visión colonialista que perpetúa las dinámicas de dominación y explotación histórica entre Estados Unidos y América Latina. Es fundamental rechazar esta narrativa y abogar por una relación basada en el respeto mutuo, la cooperación horizontal y la autonomía de los pueblos. Esto implica fortalecer la integración regional, desarrollar estrategias económicas autónomas, apoyar las resistencias desde los pueblos y construir relaciones internacionales que no repliquen estructuras de subordinación.
Es fundamental rechazar la visión de América Latina como una región subalterna y reafirmarla como un actor global capaz de desafiar las estructuras de poder heredadas del colonialismo y fortalecidas por el capitalismo extractivista. Esto implica desarrollar sistemas financieros soberanos y promover modelos económicos basados en el bienestar social y la sostenibilidad ambiental.
Además, el fortalecimiento de la autodeterminación de América Latina pasa por una transformación en su posicionamiento geopolítico. La región debe articular una política exterior que no se limite a la confrontación con Estados Unidos, sino que apueste por la cooperación con otros actores estratégicos, sin caer en nuevas formas de dependencia. La consolidación de relaciones Sur-Sur, la expansión de mercados alternativos y la diversificación de alianzas políticas y comerciales son pasos clave en esta dirección.
Por otro lado, la resistencia decolonial no es solo una tarea de los gobiernos, sino también de los movimientos sociales, comunidades indígenas, afrodescendientes, campesinas y feministas, que han sido históricamente los verdaderos actores de la emancipación latinoamericana. Sin el reconocimiento y fortalecimiento de estas luchas, cualquier intento de autonomía quedará incompleto y seguirá reproduciendo las lógicas de exclusión y dominación que el colonialismo ha impuesto.
La historia de resistencia de los pueblos latinoamericanos demuestra que otro mundo es posible, uno en el que las relaciones entre Estados no se basen en la dependencia y la explotación, sino en la cooperación y el respeto mutuo. La clave para este cambio radica en la construcción de un nuevo paradigma basado en la soberanía, la autodeterminación y la dignidad de los pueblos de América Latina.
Jaime Gómez Alcaraz, analista internacional
Foto tomada de: The New York Times
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