Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente. Mateo 9, 16-17 (RV 1960)
Cada día que transcurre, debemos analizar el país que nos han dejado los doscientos años de despotismo, arbitrariedad, corrupción, mafias, pobreza, marginalidad, exclusión social, política y económica, guerras, desplazamientos, desaparecidos, asesinatos, torturas, desempleo, en fin, toda una cadena de vicisitudes que han apuntado históricamente en contra de los menos favorecidos por la atención torpe e ineficaz del Estado. En consecuencia, considero que debemos tener presente las declaraciones del señor Rodrigo Londoño Echeverri, máximo jefe de las FARC-EP, en su intervención en el Teatro Colón de Bogotá, con motivo de la firma del Nuevo Acuerdo. Afirmó que le apostaba a un gobierno de transición que le diera continuidad y seguridad a los acuerdos de paz entre el Estado y la insurgencia reintegrada a la sociedad -sin armas- como una organización política que aspira a la transformación de Colombia mediante la exposición de sus ideas en la plaza pública. Semejante propuesta y reto, dejó a los colombianos fuera de base; dirían otros, la sacó del estadio (en inglés home run). Un gran desafío, un gran programa y un gran proyecto social, político, económico e histórico de llegarse a materializar.
¿Será una prioridad para Colombia, estudiar y revisar tamaña proposición? ¿El contexto reúne todos los elementos para dar esta discusión? ¿La propuesta es una continuidad del santismo? ¿Incluiría los Acuerdos de La Habana, únicamente? ¿Se entendería como una convergencia nacional?
¿La esperanza de los colombianos, de unas nuevas interacciones estructurales en lo social, político y económico son signos suficientes para un gobierno de transición? Debemos observar un poco a nuestros vecinos y en general los vaivenes de los gobiernos progresistas, de izquierda y de derecha en el planeta Tierra. ¿Qué está pasando con las caídas de los regímenes progresistas y de izquierda? ¿Está en descenso el neoliberalismo y en ascenso el neofascismo? ¿Capitalismo, socialismo o democracia?
Por otro lado, hoy tenemos unos regímenes de derechas (populistas, con matices fascistas,…) instaurados o en ascensos, después de unos periodos de administraciones que hicieron énfasis en lo social, en la pluralidad y en la inclusión. ¿Qué pasó? ¿Por qué ocurren esos cambios? Interrogantes que deben ameritar respuestas coherentes y digeribles, en los debates acerca del proceso de construir un gobierno amplio, pluralista e incluyente, como pasos previos para construir verdaderamente un “Estado Social de Derecho, (…), descentralizado, con autonomía de sus entidades territoriales, democrático, participativo y pluralista, fundado en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”, además, diverso y fije nuevas -desde una perspectiva cuántica y ambiental-, relaciones de protección y convivencia con el macroorganismo vivo, llamado Tierra; porque, según L. Boff, “el uno necesita del otro para existir”.
Hablemos, dialoguemos, formemos, analicemos y escribamos sobre tamaña propuesta y reto. Darnos un tiempo de transición, entre lo que usualmente hacemos o hemos hecho, para entrar en la dinámica de hacer pedagogía transicional de la guerra a la paz, de la violencia a la convivencia no violenta, de las armas al diálogo, de la insurgencia a la civilidad, de una economía de mercado (capitalismo salvaje) a una economía social de mercado. Es construir -o tomar de los ya existentes-, un método que nos ilumine el camino procesual de posguerra y no cualquier proceso ni cualquier método.
En esta ocasión, la profundidad y compleja historia de Colombia nos presenta otro momento, otros hechos, nuevos certámenes, nuevos actores sociales y partidistas en la escena social y política. Entre tanto, sin mayores mediaciones y antes de abordar cualquier postulación individual, partidista o frente amplio, se debe considerar las características que tendría un gobierno de transición hacia una democracia amplia, pluralista e incluyente. Donde no se repita las políticas estructurales de gobiernos anteriores, en que la constante es la opresión social y represión política, las mafias de la corrupción en la administración pública, el despotismo y el autoritarismo. Tampoco, que sea una continuidad del régimen presente. ¡Dios nos guarde! Por ejemplo, reiterando lo anterior, cualquier agenda al respecto, debe considerar qué piensa de la cultura y el lenguaje criminal del neoliberalismo (y el ascenso del populismo neofascista) arraigado en la estructura del Estado, como para empezar… Porque la promoción de una cultura de paz y de un nuevo país, debe tener, además de lo social y político, una dimensión empresarial y económica tan clara como el día y tan trasparente como el agua. También, una dimensión cultural espiritual y ecológica comprometida con la defensa de todas las formas de vida, que permee y afecte todas las acciones de la vida pública y ambiental.
Está abierto entonces el debate, sobre la posibilidad de construir un nuevo país, comenzando a dar los primeros pasos para el 2018, alrededor de unos acuerdos que se materialicen en una convergencia política y de unidad de acción amplia.
Un gobierno amplio, pluralista, diverso e incluyente en el 2018 ¡Un nuevo paradigma para Colombia! Esta fórmula, válida para los actuales momentos, debe ser una prioridad en las agendas físicas y mentales de los demócratas, gente de izquierdas, intelectuales, académicos, columnistas de opinión, movimientos y organizaciones sociales, gremios económicos, partidos políticos, personas de pensamientos liberal (filosóficamente hablando) para comenzar a desmontar los dos siglos de las deslegitimadas estructuras de ignominia, opresión y de aventuras perversas, para luego avanzar hacia un estadio de compromiso y de acción a los 48 millones de compatriotas. No será el paraíso, porque los conflictos que generan la convivencia y los problemas sociales, económicos y políticos seguirán existiendo y las personas aviesas, también, pero será un paso en la dirección correcta…
Alberto Anaya Arrieta
Magister en Teología – Especialista Ambiental
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