Esos dos factores empujaron a los líderes políticos europeos a poner en común los recursos con los que se hacían las armas que los habían llevado a matarse mutuamente. Aquella “Comunidad Europea del Carbón y el acero” fue el germen de la Comunidad Económica Europea y de la actual Unión Europea. La idea, que se llama en ciencia política “funcionalismo”, hacía referencia a que, si unos inquilinos comparten piso, tendrán zonas comunes, como el baño y la cocina y, con el roce, quizá terminen compartiendo más habitaciones. Esa idea ha ido avanzando con el tiempo. Con motivo de la COVID-19, toda Europa compartió vacunas, de manera que un rico alemán joven tuvo que esperar a que fuera vacunado un viejo pobre griego y, finalmente, hasta se mancomunaron deudas para que la fuerza de Alemania rebajara los tipos de interés al resto de los socios. Ahora vuelve un proceso de unidad, aunque, desgraciadamente, tiene que ver con un esfuerzo de guerra ante el abandono de la OTAN por parte de Trump, lo que genera enormes discrepancias.
La fuerza de Europa, y lo que hoy está en franco peligro, es precisamente su unidad. Si se muestran firmes en el tema de los aranceles, Donald Trump podrá dar zarpazos, pero no le resultará tan fácil aplicar castigos como hacerse el fanfarrón en los medios y las redes. Por el contrario, si hay fisuras -por ejemplo, Hungría haciendo acuerdos particulares con Elon Musk para comprarle coches eléctricos- la decadencia europea y su falta de importancia en la nueva geopolítica irá en aumento.
La principal tarea de tu adversario siempre es dividirte. Y para ello, siempre recurrirá a tu socio más débil, al más amenazable, el que dé la sensación de estar a punto de rendirse. América Latina puede sacar lecciones de estas experiencias.
El presidente Gustavo Petro ha hablado de una Zona Económica Especial para el Catatumbo, zona desestabilizada por la actuación de la guerrilla del ELN y algunas disidencias de las FARC, que propondría al presidente Nicolás Maduro. Por su parte, el presidente venezolano habló de la creación de «una gran Zona Económica Binacional» con Colombia para dar alternativas a los habitantes de la región fronteriza del Catatumbo.
Los problemas de Colombia con las guerrillas no son particulares, de la misma manera que las sanciones a Venezuela no son cosa solo de ese pueblo. Estos asuntos son también los problemas del continente con las desigualdades y la violencia aparejada, de la misma manera que las dificultades de los gobiernos de izquierda son parte de la voluntad de los EEUU y de las oligarquías del continente para acabar con cualquier conato de izquierda.
Que Colombia y Venezuela empiecen a compartir un espacio económico puede ser el hilo por donde se teja otro retal más de la unidad que la UNASUR y la CELAC intentan y que los gobiernos de derecha, en alianza con los EEUU, intentan desmochar a cada rato. Hace unos años, millones de colombianos se fueron a trabajar y vivir a Venezuela, de la misma manera que ahora ha habido un viaje inverso. ¿Por qué no hacer más sencilla esa relación? ¿Por qué no puede un venezolano hacer valer derechos en Cúcuta y un colombiano hacer otro tanto en San Cristobal?
Tiene además la bendición de Simón Bolívar, padre de las dos patrias, que siempre soñó con una unidad que los intereses de las élites siempre destripaban. En el caso de Europa, las referencias no eran tan fuertes como las que marcaron la independencia latinoamericana y los propios textos de Bolívar. Eran más literarias, como la expresada por Víctor Hugo en el siglo XIX, o alguna más recientes, durante la guerra mundial, con el Manifiesto de Ventotene, escrito entre otros por Altiero Spinelli, preso en las cárceles del fascismo, y que fue un detonante de la idea de una Europa federal. ¿No son la UNASUR y la CELAC un sueño de hacer de América Latina y el Caribe un espacio federal americano?
La experiencia europea dicta que hay que empezar “haciendo”, compartiendo esa cocina y ese cuarto de baño, escribiendo conjuntamente reglas de convivencia, poniendo en común recursos que le quitarán espacio de chantaje al Fondo Monetario Internacional y a las bravuconadas de Donald Trump.
Lo que siempre ha deseado EEUU es un continente separado. ¿No sería hermoso que ese principio federal, que permitiría a América Latina ser más fuerte, comenzare en el Catatumbo, donde se cruzan dos de las dos patrias más sentidas del libertador? Una América Latina unida con Centroamérica y el Caribe es un actor a considerar en un mundo en mutación geopolítica. La alternativa es el fragmento y el fragmento conduce a la insignificancia. El camino hacia el horizonte siempre empieza por los primeros pasos.
Juan Carlos Monedero
Foto tomada de: Noticias Súper
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