Como fieras con discursos incendiarios quieren imponer una narrativa que en nada contribuye a una cultura democrática; por el contrario, a través de argumentos simplistas y sin fundamento censuran con dureza las propuestas de cambio social estructural que requiere el país.
¿En este contexto, nos preguntamos por la responsabilidad social de los medios de comunicación en la construcción de la cultura ciudadana democrática?
Para responder, acudo a la necesaria diferenciación de la ciudadanía social y ciudadanía política; la primera está relacionada con que la población pueda acceder libre y democráticamente al ejercicio y goce de sus derechos como la alimentación, vivienda, agua, salud, trabajo, educación, participación entre otros y que, a partir de este goce, el ejercicio pleno de la ciudadanía política, es decir, ejercer sus derechos civiles y políticos se realizaría sin ninguna coacción, contraprestación e intimidación por parte de los medios de comunicación y partidos y movimientos políticos.
Con toda seguridad se tendría ciudadanos formados con una cultura política que fortalecería la democracia a partir del pensar por sí mismos, ser autónomos, consecuentes con su libre deliberación y decisión, con capacidad para realizar control social y exigir rendición de cuentas a los gobernantes; de esta manera, nuestras relaciones y formas de vida, estarían orientadas en la esfera pública al respeto y protección de los bienes públicos, en el entendido de salvaguardar y garantizar el interés común, que en un ejercicio ético y democrático deberían defender estos medios de comunicación y los partidos.
Esto nos lleva a preguntarnos, ¿si la función social de los medios está determinada e impuesta por quién tiene un interés en comunicar y defender su interés particular?
Responderíamos, claro que sí. Diríamos que desafortunadamente estos medios, informan y dan noticias de aquello que interesa a sus dueños y patrocinadores, llámense empresarios, banqueros, políticos para defender y posicionar en la sociedad sus privados intereses y no, aquello que debería interesar a todos, y ahí, están en juego las reformas sociales estructurales que propone el gobierno del cambio.
¿Por qué? Porque no contribuyen en la discusión y transparencia en la construcción de lo que a todos nos interesa, el bien común como la salud, el trabajo decente y, el derecho a una pensión que retribuya y dignifique los años dedicados a una ocupación u oficio que aportó en la construcción de esta sociedad.
Aun así, el ejercicio de la política es la organización y gestión de lo público; lo cual está íntimamente ligado con el interés común y los bienes públicos de la sociedad, es decir, lo que nos interesa a todos; aquello que trasciende los intereses privados y corporativos. Por ello, el llamado es a que los medios como los partidos se despojen de sus intereses particulares y partidistas para dialogar y hablar de lo público sin ambages y simplismos que expresan su ambición y poder, perjudicando el bien estar y la democracia.
En nuestro país, tenemos la costumbre o el hábito de hacer simplificaciones de temas que ameritan por su relevancia, como las condiciones laborales de los trabajadores y profesionales de la salud, que generan frustraciones e intranquilidad, análisis que permitan generar una opinión pública que contribuya en la construcción de una cultura democrática, que valore el campo de la salud como un bien público y no como una mercancía al servicio de los políticos y de los medios de comunicación, sin renunciar a la imposición de sus intereses particulares.
Construyen una narrativa que tiene por finalidad no la configuración de la voluntad general sino la defensa de sus negocios e intereses particulares; lo cual no contribuye a la transparencia en la gestión pública ni mucho menos a una ética pública cimentada en la responsabilidad, transparencia y tolerancia configurando unas virtudes en la gestión de lo públicas que orienten el quehacer de los políticos y, en el caso de los medios de comunicación, ocuparse de tratar los temas de la agenda pública con conocimiento, con fuentes idóneas, con de información plural y objetiva, sin información sesgada y tendenciosa permitiendo distinguir claramente las diferentes posturas políticas y sus propuestas respectivas.
En este sentido evoco a Umberto Cerroni, quien define la democracia como “el reino del disenso”, es decir, en una democracia cuando una mayoría se pone de acuerdo hay una minoría que disiente, en el consenso no hay disenso y, acudiendo al concepto que es el único regimen político que permite la convivencia pacífica y no violenta de diferentes interpretaciones políticas entre sí, como la derecha, el centro y la izquierda respetando el consenso, la competencia, la mayoría, la alternancia o minoría, el control, la legalidad, la responsabilidad para garantizar la elección de los gobernantes.
Con ello, argumentar que el uso de lenguajes farfulleros sin ninguna fuerza, de titulares y propaganda desafiante, provocadora y retadora desconocen las reglas de la democracia, son el reflejo de lo que a ultranza defienden los partidos políticos hegemónicos y los medios de comunicación, atentando contra los fines de la democracia que son la libertad e igualdad.
Ellos, que deberían ser los garantes de la formación de hombres y mujeres libres iguales ante la ley y en la cual se logran la realización de los derechos sociales para alcanzar una justicia social, y no convertidos en los paladines acérrimos del modelo cuyo fundamento es el negocio y el lucro, por eso atacan y se defienden como fieras, acudiendo a una operación “Lázaro”, queriendo resucitar un cadáver que yacerá en el sepulcro.
De día en día, esta dirigencia tradicional y sus medios de comunicación muestran con sus titulares y discursos viciados por la ideología y la costumbre, la falsa victoria de una sociedad colombiana que sumida en el hambre y la pobreza; nos lleva desde el amanecer hasta el crepúsculo del día, a evocar que no debemos olvidar que sus “riquezas guardadas en sus arcas”, fortalecen una cultura de la acumulación, la cual, se ha escrito con sangre, muertos y pesos.
Por ello, el llamado es a una autorregulación que fortalezca el debate y diálogo con transparencia, respetuoso y con argumentos que permitan al ciudadano distinguir lo sincero, lo real y verdadero, sin engaño ni burla.
Luis Angel Echeverri Isaza, Trabajador Social, MG en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos.
Foto tomada de: https://www.banrepcultural.org/
Deja un comentario