En materia económica el país enfrenta el reto de mantener unas tasas de crecimiento económico que si bien no son extraordinarias por la difícil coyuntura internacional si son aceptables. El año que recién terminó registrará, finalmente, una tasa de crecimiento del 2% y hay un consenso generalizado que este año el crecimiento del Producto Interno Bruto, PIB, estará por encima del 3%. Cifra que es buena si se compara con el entorno regional y con el contexto internacional. Pero el gobierno deberá mejorar mucho en el terreno de la ejecución presupuestal en ministerios y agencias gubernamentales que han tenido una baja ejecución pues en algunos de ellos ha hecho carrera la figura de las fiducias que se registran como recursos ejecutados cuando en realidad el agente fiduciario recibe los recursos, pero su ejecución apenas se inicia muchos meses después de recibidos los recursos. De modo que el lunar mayor de este gobierno tiene que ver con la ejecución presupuestal adecuada que acelere no solo la realización de las promesas electorales sino la inyección real de esos recursos en la economía para dinamizar su crecimiento.
También deberá mejorar el recaudo que fue muy inferior a las expectativas que se tenían para el año 2024 y deberá intentar una reforma tributaria que mejore los ingresos tributarios habida cuenta de la caída de mayores niveles de tributación de las industrias extractivas que manejan nuestros recursos naturales; parte de la reforma tributaria que inexplicablemente fue tumbada por la Corte Constitucional que impedía que las regalías formaran parte de los impuestos sumamente bajos que esas multinacionales tributan en Colombia. Este recorte significó unos seis billones de pesos al año. Todo dependerá de cómo el gobierno maneje este tema en el Congreso y el costo político que traerá a la oposición si sigue con su política filibustera y obstruccionista que es lo que han esgrimido como estrategia política en el Congreso de la República.
También dependerá que el Banco de la República baje a menores niveles la tasa de interés que sigue estando muy alta, 9.50% en diciembre de 2024. La llegada de dos nuevos miembros a la Junta Directiva del Banco de la República mejora la correlación de fuerzas allí para una rebaja importante de tal manera que se incentive la demanda de crédito para la inversión productiva.
La inflación viene cediendo y terminó el año 2024 en una cifra de 5.2%, tercer año consecutivo de disminución. Estas tasas han disminuido del 13.12% en 2022, 9.28% en 2023 y a la cifra de 5.2% que registró para 2024. Es importante que se incentive la producción nacional de alimentos y de bienes de consumo pues comparto la visión de los economistas que plantean que el ciclo inflacionario actual está más determinado por factores asociados a la oferta que a la demanda y a la elevación de precios por parte de los productores. El estimulo de producción de alimentos y bienes de consumo masivo por la industria nacional en la política de reindustrialización del país serán factores muy importantes para controlar la inflación y por mejorar la balanza comercial si bajamos la importación de 14 millones de toneladas de alimentos trigo, maíz, frijoles, que se pueden producir en el país.
Las tasas de desempleo han venido mejorando durante los años de gobierno de Gustavo Petro. La tasa de desempleo bajo del 10.3% en diciembre de 2022 a 8.2% en noviembre de 2024.
En síntesis, la economía va bien en términos generales, pero enfrenta retos que deben ser abocados con resolución por parte del gobierno nacional: mejorar y aumentar el recaudo tributario, mejorar la eficiencia y aumentar la ejecución presupuestal hacia los proyectos de desarrollo con impacto regional para lo cual debe avanzar en acuerdos con los gobiernos departamentales y municipales. Mantener controlada y en tendencia a la disminución de la inflación y las tasas de desempleo. Crecimiento del Producto interno bruto por encima del 3%. Con estas cifras se puede abordar el debate de cara a las elecciones presidenciales y del Congreso de la República para el año 2026.
Las relaciones internacionales en un mundo convulsionado
La decadencia del hegemón norteamericano y la lucha por construir un mundo multipolar han conducido a la exacerbación de los conflictos armados impulsados sobre todo por los EEUU y por el mediocre y neoliberal gobierno de los demócratas en los Estados encabezados por el presidente Joe Biden. Los demócratas se convirtieron en los adalides y representantes de los sectores más radicales del globalismo neoliberal. Abandonaron sus bases obreras, desindustrializaron a los EEUU, terciarizaron su economía. Como bien lo señaló Bernie Sanders no se podía esperar algo distinto a la derrota de Kamala Harris que levanto las banderas de defensa del globalismo neoliberal dejando a los sectores sociales sin ninguna real alternativa y a los Estados Unidos como instigador del régimen de Ucrania en la confrontación militar por el desconocimiento de los acuerdos de Minsk firmados en el año de 2014 y desconocidos flagrantemente por los Estados Unidos, la Unión Europea y los Estados que integran la OTAN. El resultado fue la invasión rusa y la guerra de Ucrania apoyada por todos ellos. La derrota en el terreno militar es evidente y en la campaña mientras Harris solo atinaba a la promesa de una victoria militar Trump levanto la bandera de acabar con dicha guerra. Lo propio hizo Kamala Harris frente al brutal genocidio promovido por el Estado de Israel contra el pueblo palestino. Esa confrontación ha dejado destruida la franja de Gaza y al día de hoy más de 46 mil asesinatos perpetrados por el ejército de Israel contra la población civil de Palestina que carece de Estado y de ejército propio. Allí Kamala no hizo mas que apoyar al lobby sionista y a las políticas del gobierno de Biden que han financiado y suministrado las armas para el genocidio contra el pueblo palestino. Al esgrimir como principal alternativa a la crisis estructural de la economía norteamericana la cultura woke y la reivindicación de sus elementos centrales, Kamala cabo la tumba de su derrota estruendosa.
Trump apoyado en la más rancia oligarquía de los Estados Unidos se apresta a asumir el poder este próximo 20 de enero. Un presidente condenado por la justicia con un discurso de extrema derecha que amenaza con restringir las libertades civiles y políticas, arrasar con las instituciones multilaterales como las Naciones Unidas, reindustrializar a los Estados Unidos mediante políticas proteccionistas elevando los impuestos a las importaciones, expulsar a 10 millones de inmigrantes que permanecen en la ilegalidad en los Estados Unidos, en fin, un sinnúmero de promesas para hacer grande de nuevo a los Estados Unidos. En materia de política internacional ha avanzado el propósito de acentuar los rasgos injerencistas del imperio norteamericano como que Canadá se convierta en el estado numero 51 de los Estados Unidos, las pretensiones sobre el golfo de México, tomar el Canal de Panamá y otras tantas promesas estrambóticas que si no fuera porque provienen del presidente de los Estados Unidos solo ocasionarían risas e hilaridad.
En la coyuntura reciente son buenas noticias que con la llegada de Trump a la presidencia se llegue a un armisticio en la guerra de Ucrania donde el gran perdedor será este país que no solo tendrá que ceder parte de su territorio sino la renuncia a integrarse a la OTAN. El gran perdedor será Zelensky, la derecha proeuropea y pronorteamericana, por perder la guerra frente a Rusia. Zelensky será apartado del poder para que esa negociación se pueda realizar. También es positivo que en estas últimas horas se haya llegado a un acuerde de cese al fuego entre Hamás e Israel y que de esta forma cese el genocidio contra el pueblo palestino.
Para la humanidad y para Colombia estas dos noticias son esperanzadoras en medio de este mundo convulsionado por la emergencia en la realidad de un mundo multipolar por la decadencia del imperio norteamericano. Estamos en la negra noche de la humanidad en que surgen los monstruos del fascismo pues lo nuevo no termina de nacer ni lo viejo termina por morir al decir de Antonio Gramsci.
Con respecto a Venezuela hay más interrogantes que certezas. No se sabe cuál será la posición del gobierno de Trump frente a unas elecciones cuestionadas, flagrantes violaciones a los derechos humanos de los sectores opositores o críticos del régimen de Nicolás Maduro, negacionismo frente a un abandono del país de más de ocho millones de venezolanos y una crisis económica que solo ha comenzado a ceder en los últimos años. Y con una oposición de extrema derecha que aboga por la intervención militar norteamericana, que ve con buenos ojos y pide más sanciones contra Venezuela, con ánimo de entregar los inmensos recursos petroleros a los norteamericanos a cambio de apoyo al derrocamiento del gobierno de Maduro.
Hizo bien el gobierno de Gustavo Petro en enviar una delegación de bajo perfil a la posesión de Maduro de ratificar que defenderá el mantenimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales, condenar las propuestas de intervención militar y plantear que abogará por el respeto a los derechos humanos por parte del gobierno de Nicolás Maduro al tiempo que ofrece sus buenos oficios para una eventual negociación entre la oposición y el gobierno si se le pidiera. No otra puede ser una posición responsable mientras la extrema derecha encabezada por Álvaro Uribe clama por la intervención militar para derrocar al régimen de Maduro. Por fortuna Uribe se llevó un fiasco pretendiendo que el pueblo de la ciudad fronteriza de Cúcuta apoyaría esa demencial e irresponsable propuesta.
Latinoamérica debe cerrar filas en contra de las pretensiones injerencistas y de fuerza del gobierno norteamericano, un bloque sólido es la única posibilidad de hacer frente a las pretensiones expansionistas y de fuerza con las que amenaza Trump a México, Cuba, Panamá y Venezuela. En esta línea debería moverse la política internacional del gobierno de Colombia.
Pedro Santana Rodríguez, Director Revista Sur
Foto tomada de: Radio Nacional de Colombia
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