«La confianza ha de darnos la paz.
No basta la buena fe, es preciso mostrarla,
porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan.»
Simón Bolívar
«Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción;
la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia»
Simón Bolívar
No falta quien sostenga por estos días que se siente decepcionado del gobierno o que tiene ciertas “preocupaciones”, incluso, que haya perdido confianza y credibilidad en el proyecto político que él encarna y que seguramente apoyó en las urnas. Manifestar cualquiera de estos sentimientos es una victoria barata de la oposición y más allá de cualquier situación lo que muestran estas dudas o incredulidades es que se está confiando y creyendo más, en el relato de la oposición, que en los hechos y en la vida política de un gobierno que, a todas luces, es muy diferente a los anteriores.
Incredulidad: victoria de la posverdad
Poner en duda al gobierno significa enterrar verdades que no son de poco valor, es cavar en fosas comunes la verdad y la historia política de una fuerza progresista que jamás ha ejercido el poder hegemónico. Dudar o ser incrédulo en estos momentos es entregar en esqueletos los sueños de un mejor estadio social, es renunciar y negar los hechos que hicieron fuerte al proyecto político que hoy gobierna y que llevaron a convertir en esperanza lo que la oposición siempre pintó como miedo.
No es posible que un selecto y reducido grupo que se ha caracterizado por haber ejercido y amasado el poder político ahora pose como “salvador”. No se puede olvidar de que fueron capaces de deslegitimar las instituciones públicas con su quehacer y llevaron a la Sociedad a una desilusión donde ellos siempre se mostraron como redentores. Crearon todo tipo de enemigos, incluso, fueron capaces de poner en cuestión al Estado. Por ejemplo, hay que recordar tristemente que sus falsos triunfos fueron soportados en 6.402 víctimas según la Jurisdicción Especial para la Paz. Fueron los creadores de una contracultura política, nunca tuvieron la voluntad, ni la iniciativa, de corregir las fallas que iban creando por donde pasaban. Pero, ahora que un gobierno progresista llegó al Poder Ejecutivo con la intención de hacer reformas, vuelven a salir a escena con discursos redentoristas. ¡Vaya paradoja! Su supuesta redención es mucho más que oposición, es la defensa de un estado de cosas para que nunca cambien y seguir sacando provecho.
Esta actitud es la que debería determinar incredulidad, duda y resistencia; no la actitud, lucha y compromiso de un gobierno que se la ha jugado, primero desde la oposición y ahora desde el Ejecutivo por reivindicar derechos y hacer grande, bien grande, la Política. La pérdida del Ejecutivo los ha llevado a distorsionar deliberadamente la realidad, a manipulan creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública, en otras palabras, la oposición se ha dedicado a construir posverdades. Por estas razones los incrédulos deben reflexionar y conviene seguir haciendo repasos.
El golpe blando de los falsos demócratas
Era obvio que la derecha atacaría sin escrúpulos con la camiseta de la oposición, posando ahora de demócratas. Conociendo sus antecedentes y su idea de defenestrar, era previsible el nivel y talante de sus ataques. Pero esta oposición no es semejante a la que ejerció la izquierda por años, es muy diferente y es importante entenderlo porque es un elemento que ayuda a comprender lo que ha ocurrido.
Primero hay que reconocer que la izquierda nunca ha ejercido algún poder, menos el poder político y ni siquiera ahora que ha llegado al gobierno, porque una cosa es llegar al poder ejecutivo, pero otra muy distinta es ejercer el poder pleno del Estado, que está conformado por dos ramas más. Vale recordar que el gobierno del presidente Petro llegó sin bancada mayoritaria en el Congreso, es decir, sin poder legislativo, sólo con un acuerdo de coalición que duró nueve meses en virtud a que en campaña apoyaron la idea de avanzar sobre un marco de reformas, pero cuando llegó el momento de impulsarlas retrocedieron. De manera que no es cierto que el gobierno haya buscado alianzas solamente para ganar las elecciones, sino que los aliados no estuvieron a la altura del momento político y dejaron sólo al gobierno, quien no tuvo más opción que promover cambios que derivaron en la pasada crisis ministerial. Para decirlo de alguna manera, la coalición provocó una especie de golpe liviano que alimentó momentáneamente un clima de malestar, el cuál sí hace parte del denominado golpe blando.
También es consabido que la oposición es quién ejerce el poder en dos instituciones importantes, como son la Fiscalía y la Procuraduría, lo que pone de manifiesto que el gobierno no tiene incidencia alguna en la entidad encargada de investigar y acusar; ni tampoco en la entidad que vela por la buena conducta de los servidores públicos. Dicho sea de paso, tampoco es anhelo, ni deseo del gobierno cooptar dichas instituciones, como sí lo ha sido para los gobiernos anteriores.
Este poder le ha permito a la oposición avanzar en unas acciones que han rayado con el marco constitucional, como han sido las suspensiones que ha sentenciado la Procuraduría sobre personas a quienes no le corresponde y violándoles el debido proceso; mientras que la Fiscalía ha llevado a cabo acciones que han servido para abrir investigaciones o lanzar mantos de duda sobre miembros del gobierno, incluso, en otros países, como la reciente denuncia interpuesta por Andrés Arauz de Ecuador, ex candidato a la presidencia, quien denunciará al Fiscal Barbosa por interferir en las elecciones del vecino país al poner pruebas falsas en el computador de alias “Uriel” del ELN, con las que se pretendió involucrarlo en un falso financiamiento y que terminó empañando su campaña, pese a haber ganado en primera vuelta. Nótese entonces que en Colombia el poder político se distribuye entre las ramas del poder y el gobierno no lo ejerce. Además, quien lo sustenta, justifica y sostiene es el poder económico, lo que indica que el poder político ha sido altamente influenciado. Quizá por ello algunos gremios han sugerido que, tras la llegada de un gobierno de izquierda, ellos también han tenido que entrar en su respectiva curva de aprendizaje como oposición.
Por estos días muchos analistas se equivocan o inducen a error en este aspecto al sostener que el simple hecho de que la izquierda haya llegado a la presidencia ya significa haber conquistado el poder político. Esa es una mala interpretación y una idea tendenciosa que la utilizan para hacer creer que el gobierno no está soportando ningún ataque desde el mismo Estado, supuestamente porque no tiene sentido que él mismo se agreda. Esto no solamente falso, sino que pretende desconocer la guerra jurídica que se adelanta o el golpe blando que se traen entre manos ―lawfare―. Lo que la oposición quiere disimular a toda costa es su estrategia de golpe y pretende mostrar que todo lo que ocurre es por una especie de implosión o de hechos que no son promovidos desde otro poder.
Segundo, es importante tener presente que Petro/candidato tuvo encima a todo el establecimiento, a todo el poder político sobre sus hombros, hasta las reuniones de campaña fueron interceptadas y nada de eso ni fue investigado, ni le hallaron algo siquiera sospechoso. Durante el momento de la campaña era un enemigo del Estado, asunto que habla mal sobre la idea de democracia que defiende la derecha, hoy en la oposición. En el evento de que le hubiesen encontrado algún delito o acto por fuera de la ley, incluso, así fuese dentro de la ley pero sospechoso, lo hubiese puesto en la palestra pública y le habrían abierto todas las investigaciones posibles con el fin de inhabilitarlo y negarle la posibilidad de ser candidato e impedirle llegar hasta donde está hoy, ejerciendo como Presidente de la República, cumpliendo funciones como Jefe de Estado y de Gobierno e impulsando las reformas que prometió, porque a propósito, gobiernos anteriores se caracterizaron por prometer y no cumplir, deslegitimando la política.
La buena conducta e historia política y judicial del candidato ―hoy Presidente― era la mejor carta de presentación, pues era la garantía de un candidato decente en la contienda, porque sin pedirlo, el Estado lo había sometido a toda clase de exámenes, indagaciones y observaciones, a diferencia de sus contrincantes, por lo tanto, su candidatura en contraste con las demás, pasó por una especie de escáner político y judicial de donde salió con los mejores resultados. No se sabe si las otras candidaturas hubiesen pasado la prueba, pero al margen de ello, la derecha en el poder se encargó de mostrarle a la sociedad una candidatura limpia y ejemplar. Lástima que algunos incrédulos no supieron leer e interpretar esta realidad y se manifestaron con su voto en blanco o peor aún, votando por un candidato que para la fecha de elección tenía lista una cita en la Fiscalía por contratación sin cumplimiento de requisitos legales e interés indebido en la celebración de contratos.
A manera de conclusión
Hoy la oposición pretende desestabilizar distorsionando la realidad, deslegitimando sin razón y provocando linchamientos sin fundamento; pero sus relatos no contradicen los hechos positivos del gobierno. Su negación es la respuesta a la cólera que le provoca el tener un demócrata con ideas progresistas al frente del Estado, quien busca modificar y poner en equilibrio la relación de poderes, reducir la desigualdad y ampliar las oportunidades para quienes siempre han sido excluidos. Su rechazo no es tanto por haber perdido la presidencia, sino el hecho de tener que mirarse diariamente en el espejo de la democracia, la libertad y la vida, quizá tres ideas que la derecha pregona, pero no aplica.
Por estas razones, desde la llegada a la presidencia, la oposición no descansa para impedir que el nuevo gobierno pueda llevar a cabo lo prometido; sin embargo, lo grave es que lo hace arropado con la cobija de la oposición, pero valiéndose del poder que posee en otras ramas del Estado con sus respectivas cajas de resonancia. Esa cobija ya le quedó pequeña, mientras apela a taparse la cabeza con mociones de censura a ministros, se le destapan los pies con entrampamientos a niñeras, o cuando decide taparse un brazo izquierdo con debates de control político, se le destapa el derecho con sus falsos relatos de incertidumbre.
Colofón: no hay duda de que el gobierno de Petro despertó e inspiro a nuevos sujetos políticos. El apoyo popular en las elecciones y el expresado en las movilizaciones, incluida la de ayer, debe llevar a confiar y a apoyar decididamente el proyecto político progresista. Nadie niega que este momento es único y habrá que estar tan activos y firmes, como en campaña.
Jorge Coronel López, Economista, Mg. en Economía, Columnista Diario Portafolio
Foto tomada de: Martha Peralta Epieyú
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