Para lograr por primera vez, un gobierno cercano a las mayorías ciudadanas, un gobierno con claro deseos de avanzar como sociedad y país, han transcurrido décadas de continuas luchas populares y no pocos intentos de unidad para obtener el máximo objetivo de democracia y justicia social. Y hoy podemos asegurar que la misma sigue aún por lograrse plenamente. Que el gobierno nacional del cambio, tiene dificultades para unificar los criterios y poder alcanzar las reformas que Colombia necesita para una paz total y duradera.
Tampoco faltan quienes ingenuamente creen que ya hemos alcanzado el poder y que nada nos detendrá. De manera triunfalista y con la fantasía desbordada, asumen que todo está arreglado y que solo hay que dejar que corra el tiempo y todo será color de rosa. Hay quienes se angustian porque no ven los cambios inmediatos que siempre se han exigido. Abundan quienes creen que ya se llegó al poder pleno y no entienden que llegar al gobierno es solo un importante peldaño, pero peldaño, al fin y al cabo, para la transformación total del Estado y aún más para la transformación social-política y económica. Sin olvidar que la cultura es parte esencial de toda sociedad.
Pero es que no solamente en el poder central, se asoman fisuras que pueden frenar o al menos aminorar los programas y acciones que se buscan implementar. La lucha ideología y política también se da en todos los rincones del país. Y más allá de estas, la voracidad, el apetito por el poder para ponerlo al servicio de los individuos y no para beneficio de las mayorías, se presenta con mucha intensidad en cada una de las regiones y localidades de esta Colombia adolorida.
Y esa voracidad como la del ogro en las historias fantasiosas de muchos pueblos en el mundo, puede conducir a graves daños en la construcción de los territorios y en la suma en la construcción de país. Como lo he expuesto en escritos anteriores, los infiltrados, colados y esquiroles, obedeciendo intereses detrás del telón, solo buscan ganancias individuales vendiéndose al mejor postor. No están por la construcción colectiva sino por sostener repetitivamente el modelo corrupto en el manejo del Estado. Modelo que no sobra decirlo, no es nada defendible y que precisamente debemos cambiar para el bien de todos y todas.
Desde afuera, quienes no se quieren comprometer con el ejercicio político, pretenden presionar una unidad que supuestamente conduzca al cambio en cada localidad y en la nación entera. Pero precisamente por esa costumbre de alejarse de los procesos sociales y políticos, es que los oportunistas como encantadores de bobos, asaltan los espacios que diferentes sectores sociales en la misma lucha han logrado. En la medida que se alcance una participación amplia y beligerante, es que la ciudadanía logrará conducir la transformación, el cambio que requerimos.
Por estos días en muchos municipios y departamentos del país, en el presente proceso electoral, se está definiendo que candidatos o candidatas representarán a las respectivas organizaciones políticas y sociales, para asumir la responsabilidad con el apoyo de lxs votantes. Ediles, concejales(as), alcaldes(as), Diputados(as) y Gobernadores(as), pueden cambiar el panorama político institucional. De seguro que en muchos territorios saldrá avante quienes se presenten como la alternativa que respalda el actual gobierno del cambio. Solo esperamos que los “lobos con piel de oveja” no logren sus oscuros propósitos.
No podemos seguir permitiendo que la corrupción, así se camufle, siga usurpando el poder público. Nada lograríamos con nombrar o elegir a quienes con nuevos ropajes buscan encaramarse en las instituciones para continuar con el desangre del erario público que a todos y todas pertenece. Que las instituciones estén al servicio de las verdaderas mayorías y no como guaridas de ladrones. Sería un descalabro elegir erróneamente. Parte esencial de cambio es la erradicación de la corrupción. Quienes resulten elegidos deben velar por los intereses de las mayorías con la veeduría de sus electores y electoras.
John Elvis Vera Suarez
Foto tomada de: Razón Pública
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