“…que los colombianos miren todas las pruebas y van a encontrar que no hay una sola palabra mía, no hay un solo hecho mío que viole la ley penal colombiana.” Álvaro Uribe.
Los falsos positivos fueron el gran aporte de Colombia a la historia mundial de la inmundicia…ninguno de los siete presidentes y sus ministros de Defensa en 24 años ha asumido la responsabilidad y en todo caso no hicieron lo bastante para ponerle punto final a esa monstruosidad. Hernando Gómez Buendía.
¿Moñona uribista?
“Los nuestros fueron errores, los de ellos fueron horrores, es la consigna que le sirve de consuelo y de tapujo al Centro Democrático.” Hernando Gómez Buendía.
“A mi me pone preso el magistrado Reyes, y había sido contratista del gobierno Santos por $575 millones para referenciar a personas de la Farc que iban a entrar al proceso.” A. Uribe Vélez, Ibídem, p. 1.3.
Martha Soto, editora de la UI del diario El Tiempo, entrevistó de manera exclusiva a Álvaro Uribe Vélez, antes de que el fiscal Gabriel Jaimes anunciara la cantada solicitud de preclusión del caso.
Después la revista Semana colocó al exsenador comodín de la política como su portada el pasado domingo. Para magnificar gráficamente, con cinismo, quiéralo o no Vicky Dávila, lo dispuesto por la institución que dirige Francisco Barbosa, el amigo personalísimo del presidente Iván Duque.
En la entrevista de Soto con Uribe, él ya edulcuraba su narrativa cínica, exculpatoria, que enfiló contra el testigo principal de cargo, el expara Juan Guillermo Monsalve. Porque no aceptó la jugarreta del fiscal Jaimes, quien pretendió contrainterrogarlo hasta el último momento. Aconsejado por su apoderado, Miguel Ángel del Río.
Con la mira puesta en socavar la prueba recaudada por el magistrado Reyes instructor de la CSJ, en la causa contra Uribe, éste arremetió también contra la interceptación de 22.000 llamadas telefónicas ordenadas por la Corte legalmente. Y abona el terreno con “boñiga mediática” al hacer correr en sus gorjeos tempraneros la especie: “Dijeron que Álvaro H. Prada es cómplice en el caso que me siguen, y me alarma cuando me dicen que el magistrado Reyes lo quiere acusar.” (Entrevista a Uribe, Ibídem)
El crimen más horrible
“Los falsos positivos no fueron crímenes de guerra ni fueron cometidos “con ocasión o en el contexto del conflicto armado interno”. Su víctima no fue el guerrillero, el integrante de la red urbana, el cómplice clandestino, el simpatizante, el campesino que colaboró con la insurgencia…ni siquiera el sospechoso fundado o infundado de alguna de esas cosas.”
En: crimen más horrible, Hernando Gómez Buendía, director de Razón Pública.
El director de Razón Pública, Hernando Gómez Buendía, quien dirigiera el Instituto Estudios Liberales en los años ochenta. En tiempos del presidente Samper lo combatió por “el hacer a sus espaldas”, durante el impeachment conocido como proceso 8.000. Ahora escribe sobre el fementido contexto de la seguridad “democrática” y sus bestiales desnudeces.
Él editorializa sobre el informe de la JEP por las 6.402 ejecuciones extrajudiciales. Los “falsos positivos” perpetrados durante las presidencias de Uribe, años 2002 y 2008. Guarismos que corresponden al prontuario extralegal que ilustra la serie underground “Matarife”.
Fue su ministro de defensa, el civil Camilo Ospina Bernal, abogado de la U. del Rosario, quien firmó la Directiva ministerial permanente N.29 de 2005, y el Decreto 1400 de mayo de 2006, mantenidas en secreto, la patente de corso para ésta miles de veces criminal, abominable práctica, cuyo predicador principal fue el general Montoya; sujeto de honores como lo fuera también el general Rito Alejo del Río, el “pacificador” de Urabá por Uribe y sus secuaces.
Estos caracterizados paladines, compinches del régimen para-presidencial colombiano, son el resultado de la degeneración democrática que experimentó el orden pactado por las tres principales fuerzas de la Constituyente de 1991, quienes cumplen treinta años de promulgación sin referendo ciudadano.
Una de aquellas fue el M19 que orientó la Alianza Democrática. Una promisoria tercera fuerza de oposición al Frente Nacional que continuaba su prolongada agonía. Sin embargo, este grupo político militar que nació condenando el fraude electoral contra la Anapo se sepultó electoralmente, después de nacer a la vida civil, como si estuviera de manera inconsciente arrepentida de su audacia rebelde.
Porque al deliberar contribuyó, siendo la segunda fuerza por número de delegados electos, a producir un Frankenstein constitucional, mediante pactos celebrados a las espaldas de las multitudes subalternas. El resultado fue el pacto de los montes: participación “democrática” con imposición de una apertura económica capitalista. Fue la celada preparada por el neoliberal César Gaviria y sus alegres compadres, Cepedín y De la Calle. A la fecha, después de tres décadas, seguimos cosechando sus nefandos resultados.
Este monstruo de dos cabezas se orquestó sin el refrendo popular, y con la exclusión voluntaria de “la tercera fuerza”, Alianza Democrática-M19. Aceptó auto-excluirse desarmada de ser luego elegida para el nuevo Congreso. Fue un asombroso debut, un modo de hacerse presente como minusválida en el embeleco de la representación democrática liberal.
Antonio Navarro, Marcos Chalita, Vera Grave, Gustavo Petro entre otros cosecharon, como era de preveerse, su desintegración como fuerza política en vertiginoso ascenso. Después de la Asamblea Constituyente, patrocinaron una forma de revolución pasiva, que recordaba al partido de la Acción de Mazzini y Garibaldi, estudiado por Gramsci en sus escritos sobre el Risorgimento italiano en la segunda mitad del siglo XIX.
La reacción y la derecha juntas, el trío Gaviria, López y Gómez Hurtado, descabezó a la dirigencia pluralista en público. Luego que sobreviviera a la “operación avispa” que implementó el zorro “liberal”, Alfonso López Michelsen en las elecciones de diciembre de 1990.
El hijo del otro López volvió a mostrar sus orejas de lobo burgués. La primera vez cuando estuvo al frente del MRL, propició con su descarada confesión la creación del Eln, por buena parte de los jóvenes que a pesar de todo no se bajaron del tren de la revolución democrática.
A él subieron cuando los invitó el “compañero jefe”. Entonces una parte se enmontó, otro tanto de esa brillante muchachada se desilusionó; y unos, los menos, se dedicaron a escribir historias de Colombia incompletas.
Vueltas y Revueltas
Ni la justicia ordinaria ni la JEP podrán lograr la tan mentada y mentida “reconciliación” entre los colombianos. Hernando Gómez Buendía.
Ahora, hace pocos días, integrantes del M-19, pasados 31 años, anuncian su regreso como partido político como lo quiere también el Nuevo Liberalismo, el partido de la familia Galán Pachón. Los primeros, en la expósita heredad del M19 encuentran una oportunidad, sin reconsiderar los errores cometidos, para probar suerte con lista aparte para congreso al lado de Gustavo Petro.
Al divulgar la JEP el macabro guarismo de las ejecuciones extrajudiciales, sirve a la opinión de casual contrapunto a la cantada y alabada absolución de quien “padeciera” 67 días de detención domiciliaria, confinado en El Ubérrimo en las goteras de Montería.
Es una denuncia elocuente, si a Uribe Vélez no se le interrumpe el desafiante recorrido hacia la impunidad judicial. Aún tiene que sobrepasar varias talanqueras ante la justicia nacional: ante la jueza 28 penal del circuito, a quien le tocó la “suerte democrática” de juzgar al imputado por sobornos y obstrucción de la justicia.
Delante de este precipitado de ignominia, Gómez Buendía escribió que Colombia ingresó a la historia universal de la inmundicia. En ella se agolpan los crímenes cometidos por la dictadura militar en Indonesia, la “limpieza” étnica en Yugoeslavia, las incursiones de las milicias “cristianas” con apoyo israelí en Sabra y Chatila, y los bombardeos de Netanyahu sobre la población palestina de Gaza en el listado de la infamia global.
El liberal Hernando Gómez tiene la certidumbre que el número de sacrificados puede ser mayor. Es lo que denuncian y reclaman los deudos, las víctimas del sucio recrudecimiento de la guerra social, desencadenado por la dupla bipartidista Pastrana/Uribe. Que no detuvo su flamante ministro de defensa, años después presidente.
El bloque dominante estaba dispuesto a liquidar a sangre y fuego, por interpuesta persona, al principal destacamento rebelde compuesto por la insurgencia subalterna de las Farc-Ep. Claro enfrentaba a un estado mayor envejecido, después de medio siglo de resistencia en las selvas, sin el armamento requerido para enfrentar con éxito a su antagonista en tierra, mar y aire.
Es lo que quedó demostrado en dos episodios cruciales: primero, la toma de Mitú, y luego, en las negociaciones de San Vicente del Caguán, que empezaron con la premonitoria ausencia de Tirofijo alejado de las complejidades de la vida urbana e incrédulo de los manes de la revolución obrera clásica.
Con trazos de lucidez, el director de Razón Pública piensa que la JEP, según su criterio, se pliega con benevolencia ante los crímenes de lesa humanidad, que él califica sin arandelas como el crimen más horrible. Pero, claro está, no se atreve a descorre el velo de quiénes son los máximos responsables.
Tampoco hace el mismo rastreo, y recorrido de denuncias que hiciera contra Samper y asociados, cuando hubo el viraje del narcotráfico en connubio con la política bipartidista. Cuando los Rodríguez Orejuela cambiaron las bombas del cartel de Medellín y sus candidatos visibles, Pablo Escobar y Carlos Ledher. Para estallar a la política liberal con votos pagados con miles de millones y a la vez untarle la mano, “por siaca” a líderes conservadores que le dieron el triunfo a Pastranita en las regiones.
Aquella espiral de la ignominia, esta perversión dialéctica de la historia de la degeneración bipartidista no la interrumpió tampoco la deportación de los hermanos Rodríguez Orejuela. En los Estados Unidos están muriendo de viejos, al lado de ilustres fugitivos de la nueva generación. Ellos y sus familias no cesan de pedir pista para regresar a Colombia, y gozar de los restos de sus negocios en poder de sus testaferros obsecuentes y familiares agradecidos.
El camino de la parapolítica subió como la espuma en materia de corrupción política. El triunfador contra Horacio Serpa, Andrés Pastrana, se hizo el de oídos sordos, entre bambalinas, aturdido por los avisos de Miguelito de la Espriella.
Él informó acerca de los firmantes del Pacto de Ralito que refundaron a Colombia, según se titula la investigación que catapultó académicamente a Claudia López, que pasó de periodista juiciosa a académica con reconocimientos en los Estados Unidos. Insistiendo en la recolección de datos, y profundizando la veta con Arco Iris. Después de divulgar en Semana y denunciar con ironía inocultable las votaciones atípicas del clientelismo armado y los parapolíticos.
Con el mismo motto justificatorio que Samper, a sus espaldas, el régimen para-presidencial crecía a la sombra de las grandes haciendas expropiadas a los campesinos, o a través de la ocupación ilegal de baldíos propiedad de la nación.
Con la ayuda de Víctor G. Ricardo, y Álvaro Leyva, alineó y apaciguó a Manuel Marulanda, quien denunció los albores del régimen para-presidencial. Así se construía la mampostería de la excepcionalidad de hecho y derecho, para poner en su lugar los reclamos de igualdad, libertad y autonomía que los subalternos sociales demandaban desde las regiones más martirizadas de Colombia, donde las riquezas naturales son la parte del león.
Después de 16 años, el mismo tiempo pactado para el primer Frente Nacional, estamos retrotrayéndonos a los tiempos de la dictadura civil, que teorizaron las corrientes socialistas, intelectuales y universitarias, que se agruparon primero como Bloque Socialista.
Después se abrieron como lo hizo el maoísmo, y las disidencias del Eln, para hacer un camino diferente de la guerra de guerrillas, la guerrilla urbana y la guerra popular prolongada que jugó sus restos con los acuerdos de La Habana y Bogotá.
Empezaron a descubrirse como parte de una gran tendencia, global y local, como animadores de la revolución democrática interrumpida de las multitudes subalternas, a la que autores posmarxistas, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, respondían desde Europa, insistiendo en la radicalización de la democracia. Para lo cual escribieron su best seller, Hegemonía y estrategia socialista (1985).
El reyecito de las fake news en el país de Jauja.
El magistrado Reyes me mete a la cárcel diciendo que yo engaño la justicia, que yo fui a buscar a alias el “Tuso” Sierra y ni siquiera lo escucharon a él, ni a la investigadora Lisa Ruth que le recibió la declaración. Álvaro Uribe.
El llamado es a respetar el Estado de derecho. No conviene de ningún modo, que algunos sectores aplaudan las actuaciones de fiscales, órganos de control, jueces y cortes cuando les son convenientes, pero las controviertan al grado de tildarlas de delictuales cuando van en contravía de sus pareceres e intereses. [email protected], 9/03/2021.
¿No habrá manera de qué Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir? Gonzalo Arango.
Aquí están haciendo una afirmación que había 12 niños. Aquí lo que había era máquinas de guerra planeando acciones terroristas. Diego Molano, mindefensa, en MañanasBLU.
A los cinco muertos en Ábrego, otra masacre en Norte de Santander, en la región del Catatumbo, le tocó el turno al Guaviare en el recorrido de la infamia local. Porque ya van contabilizadas 20 bajas por el ejército nacional. Entre las bajas, Medicina Legal informó que aparece un menor de edad.
El número real de muertos lo descubrió la visita realizada por Holman Morris, director del Tercer Canal, durante el martes de esta semana. Nos ponen de frente con la mentira y la posverdad, dentro y fuera del gobierno actual en el país de Jauja que es Colombia más que nunca.
Vuelve a ser protagonista un ministro de defensa, Diego Molano, del heredero ungido por el gran Burundún, Iván Duque. Antes lo fue Ospina, con la infame resolución que condujo a la hecatombe humanitaria que acreditó la JEP.
Es la infame saga del régimen parapresidencial que corona el despliegue de la revolución pasiva con la que se reforma el orden capitalista dependiente en Colombia, a favor del capital financiero y la especulación con la propiedad territorial, a través de los POT que se arman y desarman alrededor de las capitales metropolitanas.
La última prueba la acaba de dar la sentencia de la sala plena del Consejo de Estado, en votación de 17 contra 9, desestimando que hubo irregularidades en la aprobación de la zona franca de Occidente ubicada en Mosquera (Cundinamarca). Sin entrar a discurrir sobre el mérito de la demanda presentada por el abogado periodista Felipe Zuleta en el año 2010. Y los beneficiarios de este fallo, los hijos del expresidente Uribe, Tomás y Jerónimo, miembros de la familia presidencial.
Esta picaresca judicial nos recuerda las ironías de las comedias de Campitos, contra la familia Gurropín, que producían hilaridad al por mayor, después de la caída del dictador Rojas Pinilla, no antes, claro está.
Vuelvo a la justificación de esta carnicería de menores de edad, que contraviene todos los dictados del derecho de la guerra, el DIH. Estas son las palabras de otro hombre de confianza del reyecito de turno, el nuevo ministro de defensa, el impertérrito hijo de militares: “Aquí lo que tenemos es jóvenes terroristas. La información que se utiliza para el operativo es contra “Gentil Duarte”, en MañanasBLU.
Entre las víctimas de esta acción heroica aparece también en la cuenta luctuosa una niña de 9 años, que la autoridad castrense no escatimó en calificar como parte de una máquina de guerra. No tardará en hablar de “daños colaterales”, cuando se pronuncia la comparsa de la Fiscalía.
Esta conducta demencial conjuga terriblemente bien, con las bodegas que lanzan nubes de falsedades, el velo de la ignorancia en favor de “el caso Uribe,” como bien lo denominó el editorial de El Tiempo del 9 de marzo. Aquí no se equivocó el diario capitalino que estrena director, Andrés Mompotes Lemos, que sabido es, cursó una maestría en Estudios Políticos en la U. Javeriana de Bogotá.
Vivimos una escalada mortal en la cadena criminal. Pasamos del tiempo de Ernesto Samper, objeto de un impeachment por sus tratos ocultos con la mafia del cartel de Cali, a la spinta criminosa que embadurna la trayectoria política de su “allievo”, el Innombrable, que se formó en la militancia del Poder Popular.
Aquella fue la fórmula política que siguió la derrota por Julio César Turbay de la segunda candidatura presidencial de Alfonso López Michelsen. Tristemente célebre por su “destape político”, cuando se hizo jefe de la revolución en reversa. Contrarió la memoria de su padre, el otro Alfonso hijo del quebrado banco López. En el Poder Popular se juntaron Ernestico y el volantón Alvarito que había probado su retórica reaccionaria en la U. de Antioquia.
A 50 años de la quiebra de la hegemonía cultural bipartidista
Lo bueno de que el caso Uribe haya pasado de la Corte a la Fiscalía es que todo lo que pasa – y deja de pasar- es visible para la opinión pública. Ahora lo que lo único que los colombianos pedimos es que se sepa toda la verdad. José Manuel Acevedo M, El proceso del expresidente Uribe, ET 9/03/2021, 1.12.
En la Universidad de Antioquia, Uribe Vélez se graduó de orador estudiantil reaccionario, oponiéndose a la izquierda que luchaba contra el imperialismo, el último gobierno del Frente nacional, y proponía el cogobierno universitario. Debatió con el líder estudiantil de la JUPA, Amylkar Acosta, y su profesor de Introducción al Derecho, Carlos Gaviria.
Eran tiempos de protesta y resistencia anti-imperialista contra el Plan Atcon. Impuesto como “regalo” de la Alianza para el Progreso, por Lleras Restrepo y el ministro de educación conservador Gabriel Betancourt Mejía, creador del Icetex, padre de Ingrid, excandidata presidencial secuestrada por las Farc-Ep.
En 1971 empezó el debate con el ministro de educación que lo reemplazó, Luis Carlos Galán. Luego de la masacre estudiantil del 26 de febrero, y el asesinato del estudiante del bachillerato Humboldt, Carlos Tuto González, en Popayán.
Tuto fue atravesado por un tiro en la garganta, recibido de espaldas cuando era animador de una gran manifestación. Los recuerdos de su nombre y trayectoria hacen parte del relato el maestro Luis Carlos Valencia, contenidos en el libro publicado por la familia al conmemorar 50 años de luchas universitarias.
El movimiento universitario, y el cierre consiguiente de universidades y colegios fueron la prueba de fuego para las convicciones de Alvarito, quien se formaba como abogado. Por supuesto, eran luchas que no compartía.
Con todo, en octubre de 1971, el fugaz cogobierno triunfó en la U. Nacional y la de Antioquia. Mientras que, en la Santiago de Cali, con la rectoría de Álvaro Pío Valencia, la fórmula se radicalizó, y se establecieron las Comisiones Paritarias, un verdadero cogobierno de estudiantes y profesores.
Esta primavera duró poco en el país, menos de tres meses. Ahora estamos de vuelta a la movilización universitaria de 2018, y la multitudinaria movilización de 2019. Con estos últimos acontecimientos que empezaron a descubrirse en el año 2010, la hegemonía cultural disputada y quebrada en 1971, la burguesía terrateniente, neocolonial y dependiente, vuelve a reeditarse como una tarea histórica incumplida.
Este ciclo de luchas que impulsan el desenlace de la crisis de hegemonía actual, que nació del proceso de re-democratización que arranca con las contra-reformas en favor del ajuste y la apertura económica, dictadas por el Consenso de Washington, hasta llegar la degeneración del régimen neoliberal que muta a régimen para-presidencial, permitirá, en parte, saber casi toda la verdad de la trayectoria de la reacción en Colombia.
Al recordar cómo empezó a incubarse en la lucha universitaria hace 50 años, cuando la estratagema de las fake news encontró a un protagonista bochinchoso y dicharachero en la persona del pichón nacido a cobijo del Poder Popular, después de haber incursionado como líder estudiantil de las minorías liberales y conservadoras en la U. de Antioquia.
Hasta escalar después, cuando era presidente su valedor, Ernesto Samper, la gobernación de Antioquia, donde él y su secretario de gobierno dieron impulso definitivo a las Convivir, núcleo duro del proyecto que juntó a paramilitares y políticos con el propósito de “refundar” a Colombia. De Antioquia se trasladó como verdolaga a Córdoba, donde Santafé de Ralito fue el lugar de la segunda fundación. Recordando con cinismo la entronización colonial española y creyente en Precolombia, que de Bakatá pasó a llamarse Santafé de Bogotá.
La hora 0 de Colombia. A 30 años de 1991.
A pesar de sus bondades, la Constitución de 1991 no satisfizo plenamente la principal expectativa para la que fue convocada: el logro de la paz y la garantía efectiva de la vida; tampoco logró concretar otro de sus grandes objetivos, la consolidación de una democracia participativa, de una democracia mixta con mecanismos efectivos de participación social, como quedó establecida en el texto constitucional. Oscar Mejía Q, Leopoldo Múnera, “Constitución, democracia y Estado autoritario en Colombia, Revista Ciencia Política 6, Julio/Diciembre de 2008, ps: 84-85.
Esto es montaje tras montaje para obtener beneficios a costa de mi reputación, a costa de infamias contra mí. Álvaro Uribe V, entrevista con Martha Elvira Soto Franco.
Sí, es hora, y menuda tarea la que espera a toda la nación, que en Colombia se sepa toda la verdad. Este es un tiempo de evidente juridicización de la política, de lo cual habló Giovanni Sartori, para referirse a lo que pasó con Roma antigua, después del tiempo de la politización griega.
Sólo que ahora estamos en presencia de un estado de excepción combinado con la especie degenerada del “estado de opinión” que buscó imponer la sofistería de Uribe Vélez y su consejero de cabecera, José Obdulio Gaviria. Todo lo cual viene imponiéndose con el relanzamiento de la guerra social de clases, impulsada desde arriba, por el Centro Democrático y sus secuaces.
El canto del cisne del régimen para-presidencial tiene su talón de Aquiles en la cúspide del poder real, de facto, que vindica Uribe Vélez y su corte. De ahí que su castigo judicial sea una pieza fundamental por obstrucción a la justicia, intimidando y sobornando testigos. Aunque no pudo quebrar a todos, en particular, a quienes han tenido el valor civil de rebelarse a sus dictados criminales, manteniéndose incólumes y aún con vida.
Por una parte, está el exparamilitar Juan Guillermo Monsalve, vinculado con la Hacienda Guacharacas, sitio de las atrocidades cometidas por Los 12 apóstoles, cuya historia reconstruyó la periodista Olga Béhar, en un libro que a todos conviene leer.
Por otra parte, encochinando, igualmente, con fake news, que apoya el rabulerismo abogadil, al coronel Juan Carlos Prado, miembro de la inteligencia militar, cuando estaba dedicada a las escuchas de los opositores al régimen para-presidencial, con el concurso de un civil Andrés Sepúlveda, quien dio tips a la campaña de Oscar Iván Zuluaga. Éste último si ha dado el brazo a torcer para rehabilitar el nombre de Zuluaga, quien viajó al Brasil en funciones non sanctas a conversar con un funcionario de Odebrecht.
En este tiempo de masacres, y guerra de clases desde arriba, el segundo componente, el definitivo es el aprendizaje hecho por la multitud subalterna de quiénes son los dirigentes verdaderos. De nuevo, los jóvenes estudiantes y universitarios, y las mujeres tienen un gran papel que cumplir, junto con las minorías en la hora 0 de Colombia.
No solamente se trata, y cómo no, de salir con el menor número de vidas sacrificadas por las imprevisiones tenidas para el cuidado y atención de la pandemia, que denunció y probó la alcaldesa de Bogotá, sino que se trata de parar el reguero de muertes que ensombrecen con impunidad a Colombia, y a la dirigencia asesina del régimen para-presidencial.
El expediente de los “falsos positivos” está a la vista del globo terráqueo, probado con los asesinatos a miles de inocentes, de quienes se burló Álvaro Uribe Vélez, cuando se refirió a los asesinatos de Soacha, objeto de ejecuciones extrajudiciales a kilómetros de distancia.
Diciendo que “no estarían cogiendo café”, para recordar la invitación que hacían los reclutadores de la muerte a los millones de desempleados que son parias del capitalismo neoliberal entronizado con fuerza constitucional en el Frankenstein constitucional de 1991, que pocos juristas del establecimiento, y uno que otro remisos, no se han atrevido a denunciar.
Sumado el recuerdo arrepentido del coronel del ejército que declaró ante la JEP, cuyas denuncias escuchó Colombia, a través de W Radio. Quien dijo no tenía excusa por haber guardado silencio ante las atrocidades exigidas por el general Montoya, quien espetaba ante sus subalternos la demanda “de litros de sangre, y que fueran a la morgue”, y su superior, el presidente Uribe, el artífice del fantoche de la “seguridad” democrática.
Conviene cerrar este ensayo invitando a leer con atención el artículo publicado por dos investigadores de la U.Nacional, los profesores y colegas Mejía, coordinador del doctorado en Derecho, y Múnera, quien se desempeñó como decano, y vicerrector académico de esta institución. A quienes cito en uno de los epígrafes de este apartado de cierre, y apertura a un nuevo tiempo, que no es de esperanza, por supuesto, porque ésta, lo decía él en la Ética, es una pasión triste.
Estamos sujetos a las trapisondas de un comodín bipartidista, que se mueve todavía con propiedad entre la inmundicia que ha contribuido a producir y el régimen para-presidencial del cual es uno de sus artífices.
Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD, Director Grupo Presidencialismo y participación
Foto tomada de: AS Colombia
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