Estas y otras preguntas surgen después de revisar los hechos sucedidos con ocasión de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. Claro, si no se tiene referencia de los antecedentes es difícil comprender lo ocurrido. Y todo indica que es un conflicto social, político y geoestratégico que estaba ‒relativamente‒ latente y que ha estallado con una increíble potencia e impredecibles consecuencias.
Los hechos
Después de un día de elecciones relativamente tranquilo pero tenso, en las primeras horas de la madrugada del día siguiente, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de ese país declaró como ganador de las elecciones al presidente Maduro sin haber contabilizado la totalidad de los votos y sin presentar los soportes electorales que respaldaran esa decisión. Todos los pronósticos anunciaban su derrota.
Además, el gobierno venezolano denunció que el sistema de conteo oficial había sufrido un ataque cibernético (“hackeo”) que, según su versión, fue la causa de las demoras y dificultades técnicas, y de que la página web de esa institución esté desactivada desde la noche del domingo. Toda esa situación irregular ha generado desconfianza en la autenticidad y transparencia del proceso electoral.
Esa madrugada los dirigentes de la oposición encabezados por María Corina Machado y el candidato de la Plataforma de Unidad Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, rechazaron esos resultados y los calificaron como un fraude. Plantearon que tenían en sus manos el 73% de las actas electorales de cada mesa que probaban que el ganador y nuevo presidente electo era su candidato.
Al otro día, lunes 29 de julio, en las horas de la mañana, el presidente del CNE, Elvis Amoroso, proclamó de manera oficial a Nicolás Maduro como presidente de la república. En ese mismo acto, el presidente Maduro afirmó que el ataque informático se había realizado desde Macedonia del Norte y que el fiscal general tenía las pruebas de que detrás de ese delito estaban los dirigentes de la oposición. Paralelamente, la PUD publicó las actas electorales en una página web.
Los antecedentes
El gobierno y otras entidades públicas convocaron las elecciones de manera intempestiva lo que hizo que el período de campaña fuera muy breve (30 días); aprobaron una serie de requisitos que impedían o hacían muy difícil la inscripción de los migrantes venezolanos en el exterior; redujeron el tiempo y ajustaron las condiciones para la actualización del registro electoral; obstaculizaron el registro de partidos políticos e intervinieron a muchos de ellos imponiendo nuevas autoridades favorables al gobierno.
Además, mediante una serie de recursos legales inhabilitaron a una serie de dirigentes políticos impidiéndoles ser candidatos o ejercer funciones públicas; cambiaron, sin previo aviso, la ubicación de muchos centros electorales. Igualmente, es evidente que se utilizó el poder del Estado y gobierno para financiar la campaña electoral del presidente Maduro, y para presionar ‒de diversas formas‒ a los trabajadores del Estado y a la población que accede a los programas de subsidios del gobierno.
El día de las elecciones también se presentaron en muchos centros de votación en todo el país, una serie de restricciones y obstáculos dirigidos a impedir el acceso público al escrutinio en cada mesa. En muchos sitios se obstaculizó la entrega de las actas electorales a los testigos de los partidos políticos, violando la ley electoral. Es decir, las autoridades venezolanas actuaron con parcialidad hacia el candidato gubernamental y obstaculizaron la acción de los electores de oposición.
A pesar de todos los obstáculos y provocaciones, gran parte de la oposición política venezolana agrupada en la PUD persistió en su esfuerzo de participar en las elecciones presidenciales del 28 de julio y de enfrentar al gobierno de Maduro en el terreno “institucional”. Independiente de si estamos o no de acuerdo con su historia y programa político, hay que reconocer que aprendieron de los anteriores procesos que los llevaron al desgaste, la división y la derrota. Eso también hace parte de los antecedentes, dado que se observa que de parte del gobierno no hubo tal aprendizaje.
Es evidente que la oposición cambió el contenido y la forma de su discurso. Ya no colocan por delante a los gringos y a sus planes injerencistas, así sean incondicionales de ellos; ya no atacan al pueblo chavista, sino que llaman a la reconciliación y a la paz; le hablan de los problemas concretos a la gente y, así, sean mentiras, plantean soluciones posibles. Hablan de los derechos humanos, aunque seguramente no será su prioridad cuando apliquen su programa neoliberal. Su principal consigna es restablecer la democracia y la libertad para que los migrantes regresen y se reencuentren con sus familias.
Y, lo principal, al estar seguros de que el gobierno iba a intentar desconocer los resultados electorales, se organizaron y prepararon para aprovechar las fortalezas del sistema técnico electoral, pero, a la vez, develar las debilidades de la estructura institucional del CNE, controlada por el gobierno. Contar con más del 70% de las actas electorales de cada mesa y publicarlas en forma sistemática, es un golpe muy duro que han dirigido a la médula del régimen político que lidera Maduro.
La tranquilidad y sobriedad que han mostrado en horas y días posteriores a la elección son una señal de que estaban preparados para tal evento, y lo más seguro es que van a seguir por esa vía y comportamiento. Al contrario, la reacción violenta, desaforada y desesperada tanto del presidente Maduro como de toda la cúpula dirigente del gobierno, deja ver que los cogieron “fuera de base” y que se sienten acorralados. El vicepresidente Cabello dice que “los vamos a joder”; el fiscal Tarek y Jorge Rodríguez, presidente de la asamblea nacional anunciaron órdenes de captura contra los dirigentes de la oposición, y las fuerzas policiales han desencadenado la represión.
Las causas de la situación
Nadie puede negar que el factor geopolítico juega un papel importante en la situación actual de Venezuela. Que el pueblo venezolano ocupe un territorio rico en petróleo, gas, oro y otros minerales valiosos (posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo con sus 7 cuencas y 4 bloques de la franja del Orinoco), es un factor que hace que todas las potencias imperiales (principalmente la estadounidense) aspiren a controlar esa riqueza y contar con aliados internos que les faciliten extraer, procesar y comercializar esos recursos y explotar a sus trabajadores.
Eso lo tienen claro los venezolanos desde la mitad del siglo pasado (XX) cuando el presidente Rómulo Gallegos impulsó la política petrolera de “no más concesiones” que profundizaba la política de sus antecesores que se limitaban a aumentar el pago de las regalías. Por algo lo derrocaron en 1948. Luego, la industria petrolera fue nacionalizada en 1976, durante la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez y se fundó la compañía estatal petrolera Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA).
Sin embargo, a pesar de la “nacionalización del petróleo”, tanto en los gobiernos anteriores a Chávez como durante su período y el posterior bajo el liderazgo de Maduro, esa industria extractiva ha estado controlada por los inversionistas y capitalistas extranjeros por medio de los “contratos de alianza estratégica”. La única diferencia que marcó el presidente Chávez fue que con su liderazgo logró temporalmente reactivar y “resucitar” a la OPEP (hacerla más autónoma frente a las poderosas compañías), lo cual se tradujo en mejores precios del petróleo para los países productores.
La Revista América-Economía en los días de la muerte del comandante Chávez planteaba:
Con su política petrolera, el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez contribuyó de forma decisiva a sacar a la OPEP de una profunda crisis y a elevar los precios del “oro negro” en cerca de un mil por cien durante sus mandatos (2013).
No obstante, todo no es “geopolítica”. Para poder enfrentar el poder de las empresas transnacionales y de los gobiernos de las potencias capitalistas (incluyendo a China y Rusia) se requiere contar con un pueblo consciente y organizado, y que los gobiernos que lideran “procesos de independencia y autonomía” frente a los poderes imperiales, desarrollen planes y programas que garanticen el progreso y el bienestar de sus pueblos.
Por más buenas intenciones que se tengan, si el pueblo no ve o no obtiene “resultados tangibles” de un gobierno, que se traduzcan en beneficios efectivos para sus familias (empleo, ingresos estables, vivienda, salud, educación, servicios públicos) y un ambiente democrático (de participación, control social, respeto a la dignidad humana y libertad en todos los sentidos), finalmente, después de un tiempo, si ello no ocurre, el inconformismo empieza a acumularse hasta que al fin estalla.
Desgraciadamente, aún antes del fallecimiento del presidente Chávez, se “treparon” en la dirección del “movimiento bolivariano” y del gobierno y Estado venezolano, una serie de personajes que representaban, por un lado, a la burguesía burocrática, y por el otro, a una burguesía emergente que anidaba en diversos sectores de la sociedad venezolana, entre ellos, la cúpula de los militares y otras capas de las clases medias altas. “Boliburguesía” le denominó el periodista Juan Carlos Zapata.
Y, después, a la sombra del prestigio del presidente Chávez, poco a poco, vino la degradación de un “proceso de cambio” que soñó con derrotar al imperio y construir el socialismo del siglo XXI, pero que en la práctica no consiguió construir un aparato productivo autónomo e independiente del gran capital global. No se pasó de “expropiar” una que otra empresa, pero en lo fundamental, todo se limitó a que una cúpula de burócratas y militares se apropiaran de PDVSA, se enriquecieran a su gusto y repartieran “limosnas” disfrazadas de subsidios entre el pueblo. Como se puede ver eso no es ninguna revolución y menos es “socialismo”.
Lo que se observa es que después de ires y venires durante 25 años; de algunos avances, importantes éxitos y diversos fracasos; de aciertos y errores; de ofensivas y contraofensivas; de “misiones sociales” y de planes quinquenales; de marchas y contramarchas; de “colectivos motorizados” y guarimbas y protestas; de muertos, heridos y presos; de “golpes de timón” y de escándalos de corrupción; de bloqueos imperiales y de iniciativas regionales como el Alba, Celac, Mercosur, etc.; y de millones de migrantes venezolanos repartidos por todo el mundo, el pueblo se cansó. Y se cansó de verdad y eso si es “irreversible”. Ya no hay tutía que sirva.
El hoy y el mañana
Se puede palpar a flor de piel en las redes sociales, en los medios de comunicación, en los escritos de los articulistas del gobierno, y en general, entre la gente sencilla, que el gobierno del presidente Maduro ha perdido las mayorías populares. Además, ha perdido la compostura y los nervios lo han traicionado. La oposición se le avispó y con su propio “sistema electoral” lo ha puesto contra la pared y lo ha expuesto tanto ante la “comunidad internacional” como ante su propio pueblo.
El Centro Carter que fungió como veedor internacional invitado y presentado con bombos y platillos por el mismo gobierno se pronunció mediante un comunicado oficial que “la elección presidencial de Venezuela de 2024 no se adecuó a parámetros y estándares internacionales de integridad electoral y no puede ser considerada como democrática”. El presidente Petro de Colombia ha planteado que se aprecian “graves dudas sobre el proceso electoral” y una buena cantidad de gobiernos de la región piden que se publiquen las “actas electorales[1]”.
El analista social Emiliano Terán Mantovani en su sitio de Facebook, días antes de la elección, afirmó lo siguiente:
Lo que atraviesa esta elección es el hartazgo máximo de la población respecto al gobierno de Maduro, un hastío nunca visto en los 25 años de proceso bolivariano. Se ha creado una masa crítica de descontento generalizado irrefutable. Por eso el principal anhelo de la gran mayoría de los venezolanos es salir de este gobierno.
Hoy en Venezuela, no se está eligiendo entre programas políticos o proyectos-país; se elige primordialmente una ruptura (o para otros una continuidad). Ruptura que va mucho más allá de un ‘voto castigo’. Ruptura que significa un voto para romper la asfixia, el secuestro de una sociedad, para patear el tablero, para destrabar la política. Un voto-sobrevivencia.
Para ello no basta la abstención. No tiene sentido en el actual drama venezolano. Ni el voto nulo tampoco. Lo que cobra sentido y utilidad es el voto por esa ruptura (Terán, 2024).
A pesar de las evidencias, el presidente Maduro, la cúpula del gobierno y la capa alta de la “boliburguesía” que se apropió del aparato de Estado de Venezuela y de las empresas estatales que éste controla, no está dispuesta a “soltar” tamaño poder cuando sabe que tiene como respaldo al generalato del ejército y de la policía. Con la retórica pseudo-revolucionaria, falsamente “bolivariana” y “anti-imperialista”, defenderán sus privilegios “hasta con su vida”, y tratarán de provocar a la oposición para generar toda clase de violencias usando los “colectivos chavistas” y otros grupos de choque que se comportan como grupos paramilitares. Ya lo hacen y causan muertos y heridos.
De hecho, el presidente Maduro fue derrotado. Política, moral y espiritualmente ha sido derrotado. Su propio pueblo lo abandonó. Pero que no crean los dirigentes “derechistas” de la oposición que ello fue obra solo de ellos o ellas. Lo que podemos observar “desde la distancia” es que las gentes de barrios como Petare y el 31 de enero (Caracas), o de Guárico o de Barinas, o de tantos barrios, localidades y regiones de Venezuela, se están preparando para nuevas luchas por la soberanía nacional y la emancipación social.
Algunos gobiernos de la región como el de Colombia, Brasil y México realizan en el momento gestiones y esfuerzos para tratar de que gobierno y oposición lleguen a acuerdos. No se avizora una salida inmediata en ese sentido. Solo una presión masiva que utilice grandes dosis de simbolismo y que vaya acumulando fuerza social y política, conseguirá que las cúpulas del gobierno de Maduro acepten su derrota. Los migrantes en el exterior han empezado a organizarse políticamente y esa acción traerá consecuencias.
El presidente Maduro y su cúpula gobernante ya han cometido errores garrafales que el pueblo no olvidará. El reloj de la historia juega en su contra.
Citas
Carter, C. (30 de Julio de 2024). Declaración del Centro Carter Sobre la Elección en Venezuela. Obtenido de https://www.cartercenter.org/news/pr/2024/venezuela-073024-spanish.pdf
EFE. (2013). Chávez fue clave para que la OPEP y el precio del crudo se recuperasen. América Economía. Obtenido de https://www.americaeconomia.com/negocios-industrias/chavez-fue-clave-para-que-la-opep-y-el-precio-del-crudo-se-recuperasen
Lander, E. (29 de Julio de 2024). Aporrea. Obtenido de https://www.aporrea.org/actualidad/a332945.html
Plataforma de Unidad Democrática. (s.f.). Resultados Electorales Venezuela. Obtenido de resultadosconvzla.com/: https://resultadosconvzla.com/
Terán Mantovani, E. (25 de Julio de 2024). Facebook. Obtenido de 5 claves en torno a las elecciones presidenciales en Venezuela: https://www.facebook.com/search/top?q=emiliano%20teran%20mantovani&__stsd__=eyJwcmltYXJ5Ijp7InR5cGUiOiJUWVBFQUhFQURfUEVPUExFX0VOVElUSUVTIn19
Wikipedia. (s.f.). Wikipedia. Obtenido de Boliburguesía: https://es.wikipedia.org/wiki/Boliburgues%C3%ADa#:~:text=Los%20boliburgueses%20son%20una%20combinaci%C3%B3n,negocios%2C%20bajo%20el%20amparo%20oficial.
X, R. (31 de Julio de 2024). Gustavo Petro. Obtenido de https://twitter.com/petrogustavo/status/1818636682704392473
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[1] El acta electoral es el documento más importante del proceso electoral. El sufragio en Venezuela es electrónico. Cuando se cierra la elección, la máquina electrónica imprime un acta con los resultados de cada mesa. Esa acta debe sr entregada a cada testigo electoral de cada partido político. Es garantía de transparencia y control ciudadano. (Nota del Autor).
Fernando Dorado
Foto tomada de: Vozpópuli
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