Deblilitado por el cúmulo de problemas no resueltos que se agravan, y con el apoyo en su nivel más bajo, Bolsonaro jugó todas sus cartas en las movilizaciones del 7 de septiembre, feriado de la independencia en Brasil.
Desde hace dos meses, cuando empezó a llamar a esas movilizaciones, venía anunciando que serían las más grandes que el país había visto –posteriormente alcanzó a predecir que habría 2 millones de personas en San Pablo.
Propuso ataques directos al Supremo Tribunal Federal (STF) y hasta a la Embajada de China, con un día que terminaría en un contragolpe. Esto porque Bolsonaro consideraba que habría un golpe en su contra, de parte del Poder Judicial y los medios, que habrían sacado a Lula de la cárcel y lo llevarían a la presidencia de Brasil.
Asimismo, Bolsonaro consideraba que el Poder Judicial no lo dejaría gobernar, simplemente porque el STF había empezado a tomar decisiones en contra de los bolsonaristas que amenazan al mismo Poder Judicial sistemáticamente en Internet. Varios de ellos han ido presos, además de que se les impidió recaudar recursos por Internet y les bloquearon sus cuentas.
Con las manifestaciones de ayer, Bolsonaro pretendía recuperar sus fuerzas, retomar la iniciativa, reforzar sus ataques al Poder Judicial. Pero, salvo en San Pablo, la cantidad de gente fue menor de lo que se esperaba. El periódico Valor económico, por ejemplo, afirma que fue “decepcionante” para Bolsonaro, y que, en Brasilia, por ejemplo, hubo el 5% de gente lo esperado.
En sus discursos, en Brasilia y en San Pablo, Bolsonaro concentró los ataques en el Poder Judicial, afirmando que éste “pagaría su precio”, en caso de no recular y seguir limitando la capacidad de acción del presidente. Además, reiteró su disposición a desobedecer las decisiones del Poder Judicial. Llegó a decir que convocaría al Consejo de la República, órgano que podría discutir la intervención en las provincias o decretar Estado de Sitio. Pero, al no tener respuesta positiva de los miembros de ese Consejo, retiró la convocatoria.
En su conjunto, si quería cambiar la situación de desgaste que lo afecta este año, no lo ha logrado. Al contrario, lo aumentó. El temor a acciones violentas o algún tipo de invasión del Capitolio en Brasil no se manifestó en ninguna acción. El mismo PSDB, el partido de Cardoso, convocó a una reunión para discutir la posibilidad de un impeachment.
Al mismo tiempo, como es tradicional en Brasil, para esta misma fecha fue convocado, en todo el país, el Grito de los Excluidos, este año además con una manifestación en repudio a Bolsonaro. Se realizaron concentraciones en 17 capitales y en otras 47 ciudades por todo el país. La oposición retomará pronto la dinámica de movilizaciones nacionales en contra de Bolsonaro.
Pasada esta fecha, el país vuelve a su situación de crisis económica, dado que el alza de la inflación y la inestabilidad política han socavado con las posibilidades de algún tipo de recuperación económica. Bolsonaro tendrá que enfrentar el año electoral con estancamiento económico.
No hay indicios de recuperación del desempleo de más del 14%, al que se suma un número bastante más grande de gente viviendo en situación de precariedad. La crisis social solo tiende a agravarse.
La pandemia sigue, aun bajando el número de casos y de muertes, por el avance, aunque lento, de la vacunación. Solo un poco más del 30% de la población ha recibido la segunda dosis.
El día después no será bueno para Bolsonaro. Jugó todas sus cartas, pero no fueron las manifestaciones más grandes, no hubo ataques al STF, a la Embajada de China y tampoco pudo dar el contragolpe que había anunciado. Bolsonaro no se fortalece ni revierte la tendencia de desgaste.
Emir Sader
Fuente: https://www.alainet.org/es/articulo/213749
Foto tomada de: https://www.alainet.org/es/articulo/213749
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