Junto con nuestros padres, viajamos con mis hermanos Javier y Mauricio, en una avioneta Cessna a Puerto Obaldía (pueblo de no más de 500 habitantes, en Panamá, sobre el Caribe, al lado de Sapzurro), y vivimos la cultura de los negros y de los indígenas Cuna de Armila y Anachucuna. Comenzamos a vivir y a entender que esa Colombia del Urabá era muy diferente a la de Bogotá o a la de cualquiera de sus grandes ciudades. Por esos días, hacia inicios de los 60, Germán Castro estaba conectando sus años de antropología de la Nacional, con contar bien, como periodista, lo que él veía – sin inventar nada – y que era desconocido para el resto de Colombia y del mundo. “Yo quiero ser eso!” comentó a sus 14 años de edad, cuando comenzó a leer los reportajes de Germán Pinzón, uno de sus maestros principales. Luego llegarían Héctor Figueroa, Camilo López, Marco Tulio Gutiérrez y Humberto de Castro, en El Tiempo. Y también Felipe González Toledo y José Guerra, vecinos nuestros en el Barrio Modelo del Norte.
Luego de estudiar ingeniería en la Nacional y en los Andes, participé en algunos de los grandes proyectos de ingeniería como Chivor y Salvajina. Comenzaría, junto con mi esposa, María Constanza, a entender que por medio de las ingenierías quedábamos aislados de la Colombia concreta, de sus regiones y de sus dramas. Junto con otros colombianos que llegaron de todo el país, comenzamos a construir proyectos sociales y alternativos en Colombia. ¿Cómo hacerlo si no conocíamos Colombia? Es entonces en 1976 cuando aparece la publicación de Colombia Amarga, que nos muestra mediante crónicas específicas las manifestaciones de la violencia iniciada desde la llegada de los Españoles, con base en los testimonios de quienes vivieron las varias formas de violencia.
Es cuando Germán Castro comienza a dirigir su programa de televisión Enviado Especial. Es el momento en que todos vivimos el significado del nacimiento de un periodismo crítico, de la aparición de la televisión y de la importancia de conocer la realidad nacional a partir de crónicas hechas directamente a indígenas, campesinos, mujeres, delincuentes, narcotraficantes, paramilitares, traquetos y guerrilleros; muertos, secuestrados y desaparecidos. Quienes no tienen voz, la logran en estos reportajes. Los personajes de sus crónicas “eran los protagonistas y agonistas”, como él mismo indicó. Colombia Amarga y el Enviado Especial semanal plantearon nuestra endemia violenta desde la invasión de los europeos; nos presumimos república independiente y democrática pero las disputas políticas, el dominio de las tierras campesinas, el odio hacía los indígenas, las multinacionales explotando todo recurso vital, el narcotráfico, el hampa en las calles, la corrupción, el abandono estatal y el olvido de regiones recónditas queda contado por sus protagonistas.
Es muy “atortolante” ver la entrevista[1] que hace Germán a Gabriel García Márquez, subversivo, amigo de Cuba, amigo de Fidel Castro, hablándole al pueblo colombiano. ¡Es el futuro premio Nobel, quien selecciona al periodista, para hablarle a los colombianos! Y es también el momento en que el mismo Germán Castro definió los parámetros de la amargura, que ha seguido creciendo en toda Colombia todo el tiempo.
Mi padre siguió desarrollando su carrera consular (¡y periodística también!) y en 1961 era el Cónsul de Colombia en Colón (República de Panamá), pero también en la Zona del Canal. John Kennedy lo reconoció como cónsul entre Cristobal y Gatún. Diez años después mi padre fue el Cónsul de Colombia en San Francisco, reconocido ahora por Richard Nixon. Allá recibió a Germán Castro Caycedo y le apoyó en sus investigaciones sobre colombianos detenidos en las cárceles de Estados Unidos por movimiento de marihuana y cocaína, así como sobre el periodismo investigativo desarrollado en el caso Watergate. En una de mis visitas a San Francisco, le pregunté quién era Germán Castro Caycedo y qué tal era su trabajo como periodista. ¿Le podríamos creer o no? No dudó en decirme que era de los mejores periodistas que había conocido, y que tenía toda su credibilidad por él mismo y por su equipo de investigación. Me indicó que periodistas como Germán Castro Caycedo, Daniel Samper Pizano y Luis E. Cardozo aprendieron periodismo investigativo con base en la improvisación y el “instinto”.
De distintas maneras, a lo largo de trayectos inusitados, quienes nos movíamos dentro de la amarga Colombia, conoceríamos numerosos Gurus, de quienes recibiríamos aprendizajes y entradas para entender el país. Mi siguiente aventura en mi vida profesional y en las obras de Germán Castro fueron Perdido en el Amazonas (1978) y Mi Alma se la Dejo al Diablo (1982). Dentro del proceso de dejar la Ingeniería Mecánica para producir energía eléctrica mediante tecnologías apropiadas, me perdí en el Amazonas. Me fui a trabajar el prototipo de una balsa generadora colocada sobre los rápidos del río Caquetá, en la que fue la colonia penal de Araracuara. El proyecto de generar 12 kW fue fascinante, así como descubrir la vida del río Caquetá y el significado de la pesca del bagre lechero. Conocí algo de la vida de la selva. Pero fue muy impresionante encontrar a ex presidiarios, ex vigilantes, al Dr. Restrepo y su esposa, a la familia Sumaeta (de los mismos del tiempo del caucho, ahora dedicados a suplir de bagre lechero a los mercados urbanos) y a los indígenas huitoto, andoque y muinane, con quienes interactuó Germán para escribir sus varias obras sobre la selva. Pude conocer los comentarios de varios de quienes conocieron el internamiento de Germán Castro Caycedo en Araracuara, en los ríos Cahuinarí y Yarí. Su permanencia le permitió conocer los ritmos y los tiempos de la selva, mediante los gurús de estas obras, echando remo, cazando y moviéndose por la selva amazónica, al tiempo que se desarrollaba el narcotráfico y varios de los movimientos guerrilleros. En las obras de Germán, todos fueron presentando la magia de la selva amazónica, la preparación del yagé y las visiones del mundo que genera.
Me parece que La Bruja (1994) es un libro premonitorio de los tiempos que vivimos. Aborda la interrelación de la coca, la política y los políticos, y la brujería; ¡la gurú de este libro es Amanda, quien es bruja y maestra! Ella nos dice que las familias ricas en esa región Antioqueña (Fredonia y alrededores) son precisamente las más blancas. Nos enseñaron (educación familiar y escolar) que no se saludaba a los negros ni se hablaba con los de abajo. La vida de la bruja desmadeja (desarrollo lineal), la cadena de historias vitales hasta entrelazarlos a todos. El libro me gusta además porque tuvo una demanda legal y una tutela contra el autor y contra Planeta[2]. “Solo circulaba en Colombia, si se le quitaban las páginas 29 y 30, donde se menciona a Domitila Salazar en la preparación de actos de brujería”. Al final del proceso legal, las cortes fallan a favor del autor y el libro circuló abiertamente: aparecen los personajes políticos, el narcotráfico, los brujos y el presidente Julio César Turbay Ayala, quien va adonde La Bruja para que le lea su suerte. Me parece una crónica fundamental para entender el origen del Narcoestado que sobresale cada día con mayor fuerza.
En la entrevista que le hizo Bernardo Hoyos[3], Germán cuenta que él mismo iba a todos los sitios y convivía con los personajes de sus obras, produciendo un periodismo investigativo que fue una de las formas más elaboradas de fiscalización social. Yo la comparo con los trabajos de la Investigación Acción Participativa, desarrollada por Orlando Fals Borda en Punta de Lanza y por muchos otros investigadores en el CINEP o en Foro Nacional por Colombia o en Dimensión Educativa o en Funcop, durante ésos mismos años. En todos los casos, los aprendizajes y los trabajos fueron desarrollados en Colombia, empoderando las expresiones directas de la Sociedad Civil colombiana.
Germán conectó con todas las herramientas nuevas de la tecnología de la comunicación y en sus Twitter o en su página Web[4] nos muestra cómo espera que todas las cosas mejoren para todos. En febrero de este año twittea que “A mi juicio nadie puede dudar de la capacidad, conocimiento e integridad moral del padre Francisco de Roux y de los miembros de la Comisión de la Verdad. ¡Es Calumnia!” y hace pocos meses re-twittea a Eduardo Cifuentes, indicando cómo “En los últimos días la JEP – Jurisdicción Especial para la Paz – entregó la cifra oficial de asesinatos atribuidos a las ejecuciones extrajudiciales, esta se eleva a 6.402 colombianos asesinados entre los años 2002 y 2008. Periodo en el que gobernó el ex presidente Álvaro Uribe Vélez.”
Me parece que una buena parte de la complejidad trabajada por Germán Castro Caycedo durante sus más de 60 años de reportajes se integran y militan en el Paro Nacional actual. [5] “Yo quiero ser eso”, tal como lo indica “Calle Colombia”. Todos nos volvemos marchantes de la calle, “gente del riesgo real “, y decimos junto con Germán Castro Caycedo, “la objetividad no existe, yo coloco mi punto de vista político, humano”. Ante el retroceso que vamos experimentando en todos los campos, vamos saboreando nuevamente la Colombia Amarga y se nos plantea la disyuntiva de si construimos un nuevo país, o si dejamos una notita que alguien algún día encontrará en lo profundo de la selva, indicando que Nuestra Alma se la Dejamos al Diablo.
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[1] https://www.semana.com/gente/articulo/la-entranable-entrevista-de-german-castro-caycedo-con-gabriel-garcia-marquez/202135/
[2] https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-130459
[3] Hoyos, Bernardo. Inravisión, Cadena 3 – https://www.rtvcplay.co/franja-memoria/esta-es-su-vida/entrevista-german-castro-caycedo
[4] https://germancastrocaycedo.co/portal/
[5] https://mail.google.com/mail/u/0?ui=2&ik=d2ff6e0d78&attid=0.1&permmsgid=msg-f:1705917553622592838&th=17aca2fa07c72d46&view=att&disp=safe
Germán Castro Caycedo (3 de marzo 1940 – 15 de julio de 2021)
Constantino Casasbuenas Morales, Agroecólogo La Costanza, Chía
Foto tomada de: https://www.laopinion.com.co/
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